¿Tres meses sin decir ni
mu? ¡Por todos mis dragones! Este año me estoy luciendo :P
Sí, vale, que el tiempo
no es elástico y estoy metida en mil proyectos, pero eso no es
excusa para no actualizar el blog cuando pasa algo que quiero
compartir. Y desde abril han pasado algunas cositas.
Jolines. No vine a
contarte mi viaje a Barcelona en Sant Jordi, tampoco vine a hablarte
del encuentro del Club Lletraferits que tuvo lugar también en
Barcelona unos días después. Abrazos, conversaciones de lo más
interesantes y motivadoras, dos docenas de fotos que no sé a dónde
han ido a parar porque fui a descargarlas y las borré del móvil y
no sé en qué carpeta se guardaron (si se guardaron, claro, que ya
sabes que la tecnología y yo no nos llevamos bien). No vine a
decirte que ¡SÍ! conseguí terminar el relato que tenía pendiente.
Tampoco a compartir las nuevas reseñas que habían salido de
Vampiralia. (Bueno, esto puedo hacerlo ahora, que tengo guardados los
enlaces por alguna parte). Tampoco vine a decirte que ¡por fin!
conseguí que el capítulo problemático de Z (por culpa del cual esa
historia llevaba dos años parada) encajara y dejara de ser un
problema para continuar escribiendo (aunque no he seguido
escribiéndola, porque no he parado de corregir en todo este tiempo).
Vaya, que dije que me iba
a desconectar un poco para centrarme en un par de proyectos y resulta
que me he desconectado más de lo que pensaba.
Bueno, voy a intentar
ponerme al día. Pero poco a poco, que tampoco quiero hacer un
popurrí y mezclar asuntos. Empezaré por las reseñas de Vampiralia,
que tengo una espinita clavada y necesito desahogarme.
Vamos con la primera que
llegó después de que el Doctor Motosierra la diseccionara en su
mesa de autopsias literarias. Llegó en mayo, desde El Rincón de
Nesa, y salimos muy bien parados. Me encantó lo que dijo de mi
relato, porque ella sí que entendió lo que yo había querido hacer:
Cuando
empecé a leer No
me dejes,
de Bea
Magaña,
no supe qué pensar. Me gustó volver a Salem's Lot, recordar la
taberna de Dell, la inquietud que provocó la desaparición del
pequeño de los Glick, el perro colgado de la verja del cementerio y,
por supuesto, la casa de los Marsten. La historia de King volvió a
mi cabeza como si acabase de leerla y, obviamente, supe enseguida qué
le sucedería a la pareja protagonista… Pues no, iba desencaminada.
Un buen relato, se haya leído El misterio de Salem´s Lot o no.
Puedes leer la reseña
completa aquí.
Y ahora la segunda, que
apareció en un blog del que nunca había oído hablar y venía
firmada por un tipo al que no conozco. Creo que no le gustó mucho,
aunque no me quedó muy claro. O sea, el autor de la reseña fue
desgranando cada relato y puntuándolos, y hubo unos pocos que
recibieron un 7, y muchos que no llegaron al 5. En fin, he aquí lo
que dijo de mi relato:
El
cuento ‘No me dejes’ (Bea
Magaña)
me ha dejado, y nunca mejor dicho, un gusto agridulce. Pero con un
resto más amargo que dulce, por desgracia. Narrado de manera
eficiente, aunque sin florituras, lleva a al autor a través de la
historia sin excesivos defectos formales. Ley Salem’s
Lot hace
más de veinte años, por lo que seguro que aparte de la casa y
Barlow se me han escapado muchos detalles. ¿Quizá la referencia al
solar, o las fechas de la semana? ¿El cuento se ha basado en la
novela tanto como para exigir su lectura para comprender todo? Lo
ignoro, y a estas alturas no voy a ponerme a leer esa novela. Así
que no valoro, ni en un sentido positivo ni negativo, la relación
con la obra de King.
Desconcierta un poco la manera en que se trata el rol de
protagonista: durante el primer tercio del cuento crees que es el
marido y de repente te das cuenta de que ahora la narración se
olvida de él y se centra en la mujer. No puedo negar que eso me ha
mosqueado un poco, pero tampoco le he dado mucha importancia. Lo que
sí que me ha cabreado, y
mucho,
es el supuesto clímax: tramposo es poco. Torticero, sacado de
quicio, irracional. No puedes llevar al lector durante todo el camino
por un sendero, trazar ese camino de una manera muy clara, y en los
últimos cinco párrafos contradecirte a ti mismo y salirte con justo
lo contrario. No, señora Magaña, no. Esa sorpresa final se carga lo
que el primer protagonista narra en su parte. Pero lo malo no es que
se lo cargue, sino que lo hace sin
dar ninguna argumentación,
ni siquiera velada. La sorpresa por el mero hecho de la sorpresa. No.
Por todo ello, por ese gusto agridulce, debo
otorgarle un 5.
Bien,
a día de hoy todavía no sé cómo tomarme esta opinión. Verás, lo
de que no se puede gustar a todo el mundo es algo que tengo más que
claro, y lo de que a un lector no le mole mi relato por el motivo que
sea no me molesta ni me desmotiva. Pero que me llamen tramposa me
ofende, y mucho. Porque soy la primera que critica un texto mal
planteado, poco creíble, que hace aguas por algún sitio o en el que
el autor se ha sacado de la manga un final cogido por los pelos, y
por ese mismo motivo me esfuerzo mucho a la hora de ir dejando pistas
para que, cuando el lector llegue al final, se sorprenda (o no, si ha
encontrado las pistas) y no se sienta timado. Hay una diferencia
importante entre jugar con los prejuicios del lector y darle un
desenlace que no esperaba y engañarle. Y hay un par de párrafos en
ese relato en el que cualquier lector (aunque sea en una segunda
lectura) verá que no hay trampa en el final que yo elegí para mi
relato.
En
algún momento llegó a vislumbrar lo que sucedía a su alrededor,
pero su cerebro nublado por la angustia no llegó a asimilarlo.
Linda
despertó al atardecer, con dolor de cabeza, la boca pastosa y los
nervios en tensión. No comió, sentía un nudo en el estómago que
le impedía probar bocado a pesar del hambre que siempre acompañaba
al despertar y a la resaca.
La
sangre huyó de su rostro y el corazón se le paralizó cuando
recordó lo que había visto la noche anterior. Con el recuerdo llegó
la comprensión, y con ella el miedo.
Pistas.
No se trata de decirlo claramente, porque entonces no hay sorpresa
final. Pero ahí están, las pistas, para el lector que quiera o que
sepa encontrarlas. Así que no me llamen tramposa. Y no digan que el
final es irracional o sacado de quicio.
En
cuanto a su pregunta: ¿El
cuento se ha basado en la novela tanto como para exigir su lectura
para comprender todo? Pues
diré que intenté que se basara tanto
en esa novela, por si algún fan de King lo leía y veía las
referencias (al Solar, a sus personajes, y también a las fechas, que
una es muy meticulosa), pero creé mis propios personajes para que
cualquier no fan de King pudiera disfrutar del relato aunque no
hubiera leído la novela a la que homenajea.
En
cuanto a su desconcierto (durante
el primer tercio del cuento crees que es el marido y de repente te
das cuenta de que ahora la narración se olvida de él y se centra en
la mujer)
sólo puedo decir que el protagonista no es el marido, y tampoco la
mujer. El protagonista es el pueblo, el Solar (con mayúscula,
reseñador desconocido), y la enfermedad de Linda, a la que comparo
con un vampiro, porque eso era lo que quería contar, porque ésa era
la herida que necesitaba sanar:
en
forma de locura, primero, y de depresión después, la oscuridad se
había instalado en su casa como un familiar indeseado y todos los
esfuerzos de James no habían servido para librarse de ella, pues era
Linda quien le había abierto la puerta y le había dado la
bienvenida a su alma. Con el transcurso del tiempo, aquella oscuridad
había ido succionando la vida de su matrimonio como un vampiro que,
noche tras noche, acudiera a alimentarse tras haber sido invitado.
Y,
por cierto: (Ley Salem’s
Lot hace
más de veinte años) se
escribe Leí. (Tenía que decirlo).
Bueno,
que si quieres leer todo el tocho de reseña puedes pinchar en este
enlace.
Y
ahora que me he sacado esa espinita, voy a seguir corrigiendo un
rato, que no sé cómo me las apaño para tener mi carpeta de
encargos (ya no se llama de asuntos pendientes, pero de nuevo, como
el año pasado, tengo varios pendientes) llena otra vez. Intentaré
volver pronto, que hay tres libros de los que quiero hablarte. En dos
de ellos he colaborado como correctora, y en el tercero hay un relato
mío. Y es imperdonable que no haya venido a hablarte de esto.