jueves, 31 de agosto de 2017

Vencer al bloqueo


Muchas veces se ha debatido la cuestión de qué le convierte a uno en escritor. Hay quien opina que escritor es el que se gana la vida escribiendo (porque tú puedes arreglar el grifo de la cocina en un momento dado, pero eso no te convierte en fontanero), quien dice que escritor es el que vende muchos libros y tiene muchos lectores (porque si no enseñas tu trabajo o nadie te conoce no puedes ni siquiera soñar con ganarte la vida con lo que haces), quien argumenta que escritor es el que conoce las técnicas y las emplea correctamente (porque si escribes con faltas de ortografía, te repites, no sabes usar las comas, redactas como un niño de diez años, cambias de tiempo verbal sin orden ni concierto y conoces menos sinónimos que yo nombres de jugadores de fútbol no puedes pretender colocarte la etiqueta de escritor). Porque todo el mundo sabe escribir, menos los que nunca pudieron ir a la escuela, claro, pero no es lo mismo escribir que redactar, o que narrar, o que transmitir.

Te diré, y no me ruborizo al confesarlo en voz alta, que yo soy de las que piensan que hacer las cosas mal no es motivo de orgullo y que nadie debería alardear de su mediocridad. Que te gusta escribir, vale, escribe, pero no me sueltes perlitas del tipo «Hola amigos he publicada mi novela en amazon, comprarla que a penas cuesta un euro y te va a encantar. Bicos» y pretendas que te tome en serio. A ver, si no conoces la coma del vocativo, la diferencia entre el imperativo y el infinitivo, la coma explicativa, la grafía correcta de la palabra «apenas», se te escapa una errata al teclear y no la ves porque no has revisado el texto antes de publicarlo, no distingues el singular del plural, y me mandas «bicos» en lugar de besicos, ejem... no tengo más que añadir, señoría. Insisto, todo el mundo sabe escribir (menos los que nunca pudieron ir a la escuela, claro), algunos mejor que otros, pero (y me repito a propósito) no es lo mismo un «Me gusta escribir» que un «Soy escritor».

A mí me gusta dibujar, y no se me da mal, pero nunca diría que soy dibujante, porque no me dedico a ello, no conozco las técnicas y no tengo intenciones de aprender a hacerlo mejor. Me gusta dibujar, pero no soy dibujante. Y no pasa nada.

Que podemos debatir durante semanas y quizá nunca nos pondríamos de acuerdo, bueno, mi opinión no es verdad universal y no estoy aquí para discutir sobre sueños, egos y etiquetas. También soy de las que piensan que, si tienes un sueño, debes luchar para hacerlo realidad. Pero siendo consciente, por favor, que hay diferencias entre sueños, hobbies, anhelos y aptitudes. Ya, aptitud no es sinónimo de las otras, pero está (o debería estar) relacionada con ellas, pues si no sirves para una cosa empeñarte en hacerla es, más que luchar por tu sueño, una pérdida de tiempo y de energías. Porque podrías emplear ese esfuerzo en hacer algo para lo que sí estás capacitado.

Yo no puedo colgarme la etiqueta de escritora, porque no me gano la vida escribiendo. Lo que paga la hipoteca y da de comer a mis gatos es la hostelería. Sirvo mesas, ergo soy camarera. Pero escribo. A ratos. Y hay relatos míos publicados en una docena de antologías, aunque eso no me convierte en escritora, porque no me han pagado por ellos y tampoco tengo muchos lectores. Aunque las opiniones de los que tengo servirían para inflarle el ego a cualquiera. Yo no tengo ego. Tengo una necesidad. Necesito escribir. Y escribo, a ratos. También tengo cientos de historias en la cabeza, y a veces las dejo salir, y a veces incluso (¿ves la repetición intencionada?) las termino. Pero ahí están, cogiendo polvo en un cajón en lugar de buscando editorial o probando suerte en amazon, porque más poderoso que mi sueño de ganarme la vida con la escritura es la necesidad de escribir. Y llevo mucho tiempo sin poder hacerlo. Aunque a ratos escribo. Supongo que porque, a pesar de que no siempre creo en mí misma, o pienso que a nadie le interesa lo que tengo que decir, o siento que no tengo nada que contar, soy escritora.

Incluso con este bloqueo que llevo años arrastrando, soy escritora.

Hablemos del bloqueo del escritor, ¿sí? No te voy a explicar los motivos que me llevaron a dejar de escribir, pero puede que tú hayas pasado por etapas complicadas a lo largo de tu vida que te han mantenido apartado de eso que te da la vida. Problemas personales, una enfermedad, depresión, falta de tiempo o de motivación... A todo el mundo le han roto el corazón alguna vez y ha pensado que jamás podría volver a enamorarse, ¿verdad? Y casi todo el mundo consigue superar el bache y descubre que su corazón sigue funcionando y, voilà, pareja al canto. Quizás es un mal ejemplo, aunque creo que es acertado, porque escribir es algo que te nace del corazón, y es necesidad de comunicarse y de compartir, y es un acto de amor, pues en tus textos dejas una parte de tu alma, un fragmento de tus vivencias, un anhelo o un pesar. Bien, pues en mi caso es como si sintiera que el corazón no volverá a funcionarme jamás, y después de tantos años ahí sigue el maldito bloqueo, impidiéndome hacer algo que me gusta, para lo que valgo, que me llena, que necesito tanto como el aire para respirar.

A lo largo de los últimos cuatro años he intentado vencerlo con todas mis fuerzas (miento, con la mitad de mis fuerzas, mi voluntad es débil y mi miedo demasiado grande). Quince relatos y una novela deberían ser más que prueba de que lo he conseguido. Sin embargo, no logro escribir como en los viejos tiempos, con la soltura y la naturalidad y la velocidad con las que lo hacía veinte años atrás. Y, ante mi frustración, me desmotivo y vuelvo a dejar de escribir. Y sigo llamándolo bloqueo.

Pero ¿qué es el bloqueo en realidad?

He leído varios ¿libros, manuales, folletos? que tratan el tema del bloqueo y que pretenden ayudar al escritor a superarlo. Y ¿sabes una cosa? Ninguno me ha enseñado nada que no supiera. Cientos de consejos sobre planificación de escenas o de capítulos, estructura, personajes, hábitos, inspiración, técnicas, blablabla, al final lo único que he sacado en claro es que el bloqueo no es más que una forma de llamar a cosas menos agradables como el miedo, la inseguridad, la desmotivación y la falta de voluntad o de constancia, si es que no son la misma cosa. No hay bloqueo, hay falta de ganas, falta de tiempo, falta de fe... o simplemente pereza.

Pero si quieres, encuentras tiempo para escribir. Si quieres, te olvidas del resto del mundo y escribes para ti, y recuperas la fe en ti mismo, y con la seguridad vuelve la inspiración, y con esta la ilusión, y no necesitas más motivación que seguir escribiendo, porque escribir es lo que te hace más feliz en el mundo.

Este año he escrito muy poco. He abierto tres archivos de tres historias distintas, les he dado un empujoncito y las he dejado de nuevo inconclusas. He escrito tres relatos. He leído. He corregido. He pasado infinidad de tardes viendo la misma película una y otra vez mientras jugaba a algún juego de esos de pasar el rato/perder el tiempo. He procrastinado muchísimo. Porque tengo un bloqueo, sabes, y no puedo escribir. No puedo escribir porque tengo varias historias empezadas y no sé por cuál decidirme. No me decido por ninguna porque tengo miedo. Temo no estar a la altura de mí misma, temo que no le interesen a nadie, temo que si las dejo fluir cobren vida y se desarrollen de forma distinta a como las había imaginado, y entonces no sepa cómo seguirlas. Tengo un millón de excusas para no ponerme a escribir. Y, puesto que nunca me pongo, no escribo. Salvo a ratos.

Julio fue un mes de leer mucho. También de crear, aunque no de forma consciente ni intencionada. Ya sabes, estoy buscando el modo de volver a casa, a Thèramon, así que siempre estoy buscando dragones. Y, mira tú por dónde, los dragones me encontraron mientras leía (no te lo vas a creer) romántica juvenil y romántica paranormal. La historia debió decidir que quería que la contara, porque el último día de ese mes me encontré frente a un cuaderno abierto por una página en blanco, con un bolígrafo en la mano, como en los viejos tiempos, y tras dos horas de practicar escritura automática me vi leyendo algo parecido a un resumen de seis páginas. Y entonces tomé una decisión.

Y empecé lo que llamé Reto de agosto.

El reto consistía en escribir todos los días. Escribir lo que fuera, si era una historia mejor, pero si sólo salían párrafos sin sentido también me valía. Porque la única forma de coger el ritmo es practicando. Como cuando empiezas y vas buscando tu estilo, y no escribes pensando en posibles lectores sino en soltarte y coger confianza y luego velocidad. Comunicarme, después de meses de no responder mensajes ni dejar un Nanit en mi muro de Facebook. Recuperar un hábito y dejar de procrastinar. Mantenerme alejada de textos ajenos que necesitaran corrección, y también (y sobre todo) de juegos tontos y de excusas que no me llevan a ninguna parte excepto a la frustración y a la desidia que alimenta al falso bloqueo. Volver a sentir esa ilusión que me motiva a querer seguir escribiendo, y esa felicidad que me embarga cuando lo hago. Experimentar con distintas voces, con varios tiempos verbales, borrar si era necesario (lo que duele borrar párrafos enteros que te encantan, ay), reescribir, escribir de cero. Dejar un capítulo inacabado y ponerme con otro diferente para no quedarme estancada y volver al mismo círculo vicioso (no sé cómo seguir, no puedo seguir), escribir la misma escena varias veces porque te gusta tanto esa escena que disfrutas dándole vueltas, parar cuando viera que empezaba a darle demasiadas vueltas y eso me llevaba a bloquearme otra vez. Y dejar cada noche una prueba en mi muro de Facebook, pues parece que cuando te planteas un reto resulta más fácil cumplirlo si hay al menos una persona que cree en ti y que espera que le digas que sigues adelante y que hoy también lo has hecho, aunque esa persona seas tú mismo.

Bien, pues durante todo el mes de agosto he estado escribiendo. Algunos días mucho, otros muy poco para mi gusto. Pero he adquirido una rutina y no he procrastinado ni un solo día. Ni pasatiempos ni excusas. Lo cual me lleva a afirmar que el único truco/remedio para superar el bloqueo del escritor es escribir.

Empecé el reto planificando, y lo termino con una reflexión. No estoy muy inspirada, pero eso es lo de menos, porque esto va precisamente de escribir incluso cuando crees que no tienes nada que contar.

Te presento a Zelda y a Theon, los dos protagonistas de esa historia que he estado escribiendo durante un mes. Ahora mismo los tengo a punto de salir de un bosque en el que cada uno ha entrado por un motivo. Ella, persiguiendo a algo que cree un dragón; él, huyendo de unos chicos mayores que quieren pegarle. No te voy a contar cómo se han encontrado ni de qué han hablado, ni cómo han llegado a este momento en el que están a punto de ponerse a discutir. Sólo te voy a dejar dos frases, porque creo que resumen muy bien lo que intento decirte en esta entrada:

—Yo no persigo quimeras, princesa de Hyrule —le soltó casi sin pensar, porque a lo largo de su paseo pincharla se había convertido en algo natural.
Zelda tomó aquella respuesta espontánea e inocente como un ataque, y reaccionó poniéndose a la defensiva.
—Quien nada persigue, de algo huye. Sabiduría hopi. (…) Buena suerte, Theon Reynolds. Un día quizá descubras que, a veces, caminar detrás de una fantasía requiere más valor que correr delante de un espejismo.

Correr delante de tus miedos no te va a llevar a ningún lado, así que camina en pos de tu sueño.

Camina aunque sea a pasitos cortos.

Camina cada día.

Camina hasta que ya no te duelan los pies, hasta que ya no sientas las agujetas, hasta que lo hagas por inercia, de forma mecánica, y descubras que te sientes más sano, más fuerte y más confiado. Hasta que te sientas preparado para empezar a correr. Cuando eso ocurra, te darás cuenta de que no necesitas correr para dejar tus miedos atrás, porque ya no habrá miedos de los que huir.

Pero sé constante. Porque si tu voluntad no es fuerte, en cuanto te pares corres el riesgo de quedarte estancado de nuevo. Y arrancar es lo más difícil.

No sé, proponte un reto.

martes, 6 de junio de 2017

TIEMPO PRESTADO

A veces, uno se pone a pensar en su vida (en lo que hace, en lo que le gustaría hacer, en lo que no se atreve a hacer; en lo que le rodea, en la gente que se empeña en ponerle las cosas difíciles, en la rutina asfixiante y desmotivadora; en lo que tiene, en lo que perdió, en lo que desea, en aquello en lo que ya no cree) y se deprime por cosas que en realidad no tienen tanta importancia. Porque, sabes, en la vida hay momentos buenos (que nos parecen muy pocos) y momentos malos (que se nos antojan demasiados), pero ninguna etapa dura eternamente. En tu vida personal, en la laboral, en la sentimental, siempre hay altibajos, y lo único que puede hacer que lo bueno pese más que lo malo es tu actitud. Si eliges rendirte y permites que el entorno te devore, que una situación te hunda, que la desesperanza te haga olvidar tus sueños y tus metas, estarás desaprovechando el tiempo que se te ha concedido, y bien saben los dioses que es limitado. Una enfermedad, un accidente, un ataque terrorista, un apocalipsis... desde lo más cotidiano hasta lo más inverosímil puede sobrevenir en cualquier momento y acabar con tu vida. Y, entonces, ¿qué? ¿Te lamentarás por todas las cosas que no hiciste, por todos los sueños que no cumpliste, por todos los abrazos que no diste, por cada oportunidad perdida? Cuando te amargas por tonterías, cuando te deprimes por culpa de una situación que, como todo en esta vida, tiene fecha de caducidad, cuando te rayas y en lugar de buscar motivos para seguir adelante te dedicas a encontrar excusas para no hacerlo, estás malgastando un tiempo precioso que no vas a poder recuperar. Porque, no te engañes, vas a morir, ese es el final del viaje para todos. A unos les llega antes, a otros después, pero a todos les llega el momento. Y ¿sabes lo peor de tener que morir? Que la Muerte te alcance sin que hayas vivido.

Hoy quiero utilizar este reflexión a modo de recordatorio (para ti, pero sobre todo para mí misma), y también como introducción a lo que vengo a mostrarte. A regalarte, más bien. ¿Recuerdas que hace unos días te dije que pronto habría novedades literarias? Bien, me refería a esta antología, la onceava en la que participo con un relato, la tercera que ve la luz este año. Ha tardado, pero al fin puedo decir, una vez más, que lo hicimos, que lo hice, y tenerla ya en mi Kindle, poder leerla en formato digital (después de haberla tenido en mi carpeta de textos para corregir sin las ilustraciones que ahora la acompañan) me llena de orgullo y no sólo me satisface, también me recuerda que el trabajo, la perseverancia, el deseo, la fe y las ganas son las únicas armas que necesitamos para vencer a la desesperanza, al miedo, a la desmotivación y a los monstruos que, con demasiada frecuencia, nos empujan a rendirnos y a morir antes de tiempo.

Hablemos de perseverancia, de ganas, de trabajo y de fe. Hace unos tres años, recibí una propuesta por parte de Sergio Fernández, un compañero de letras con el que había coincidido en Vampiralia. Sergio había decidido abrir su propia editorial, y su plan era estrenarla con una novela y una antología al mismo tiempo. Necesitaba un corrector, así que me propuso que corrigiera para él. Pagándome, por supuesto. Ya conoces mi máxima: si entre compañeros nos ayudamos, llegaremos más lejos. Así que acepté corregir sin cobrar. Y entré en el grupo de la antología. Como correctora, pero también como autora, si aceptaba el reto. Y ya sabes que no sé decir que no a un reto. La idea era escribir sobre gente que hubiera sobrevivido al fin del mundo. No sobre el modo en que acababa el mundo en sí, que de eso ya había muchos relatos por ahí, sino sobre los supervivientes, sobre qué tipo de civilizaciones surgirían tras un apocalipsis, sobre qué haría la gente que, tras haber superado su fecha de caducidad y haber vivido para contarlo, se encontrara de pronto viviendo un tiempo prestado. En el grupo había muchos compañeros de antologías, muchos buenos autores, muchos estilos diferentes. La calidad estaba asegurada, y pronto se demostró que también la originalidad. Y a mí me salió un relato, MOROI, una historia sobre monstruos que viven bajo tierra inspirada en La Máquina del Tiempo de H. G. Wells. Luego llegaron las ilustraciones, maravillosas, ya te lo digo, un trabajo fantástico. En pocos meses la antología estaba lista para ser publicada.

Pero... claro, la vida no es justa, ni fácil, y parece que siempre nos esté poniendo a prueba. Por motivos personales, Sergio no puedo llevar a cabo su propósito y la editorial en la que estaba trabajando nunca llegó a nacer. Así que el proyecto tuvo que cambiar de rumbo. Sabes, no era cuestión de tirar la toalla tan pronto. Sergio, como coordinador de la antología, se dedicó a buscarle editorial, y el grupo de escritores e ilustradores le apoyó en todo momento a lo largo de estos tres años. Sí, la vida nos pone a prueba, y en ocasiones saca lo mejor de nosotros. Puedo decir con orgullo que hemos tenido un coordinador estupendo y unos compañeros maravillosos y pacientes que jamás perdieron la fe ni en él ni en el proyecto.

A estas alturas de mi vida, y después de haber participado en una docena de antologías, no me sorprende que resulte tan difícil publicar una. Parece que el mercado está saturado, o que los editores y los lectores están aburridos de las recopilaciones de relatos de varios autores. Hubo conversaciones, varias negativas, algún casi, y por fin la decisión unánime de hacerlo nosotros mismos, pues tanto los relatos como las ilustraciones que los acompañan merecían ver la luz. Y de este modo, con la magnífica portada de Marco Gómez (quien hizo la ilustración para mi relato, añado con agradecimiento y orgullo), un prólogo escrito por Víctor Blázquez y tras un genial trabajo de maquetación por parte de Israel Alonso, Sergio subió TIEMPO PRESTADO. 20 relatos para después del fin del mundo, a la plataforma digital Lektu, desde donde te la puedes descargar de forma gratuita.


“Tiempo Prestado” es una antología de temática postapocaliptica, coordinada por Sergio Fernández, en la que tienen cabida géneros tan diversos como el terror, la fantasía o la ciencia ficción, donde la calidad narrativa de cada uno de sus autores brilla con luz propia, y los nombres de los mismos hablan por sí solos.
La antología se compone de un prólogo firmado por Víctor Blázquez, autor de la exitosa trilogía de temática zombi “El cuarto jinete”, publicada por Dolmen, entre otras obras de fuerte repercusión en el panorama nacional, y veinte relatos, acompañados todos por una ilustración personalizada.
Cada uno de estos relatos toca la temática postapocaliptica bajo el prisma personal de sus autores, destacando todos ellos por su originalidad y calidad narrativa. Si bien todos son muy diferentes entre sí, consiguen dotar al conjunto de la compilación de una consistencia y homogeneidad más que destacable, aunque no por ello repetitiva ni monótona.
Mención aparte merece el apartado de ilustraciones, que reflejan a la perfección la esencia de su correspondiente cuento. Los seis artistas han sabido dotar a cada una de sus obras de una calidad y un nivel difícilmente alcanzable en ninguna otra antología del panorama nacional.
“Tiempo Prestado” es muchos mundos diferentes comprimidos en uno solo, en los que el denominador común es la supervivencia en condiciones adversas, aderezado con altas dosis de terror, ciencia ficción, aventuras y fantasía.
Autores: Israel Alonso, Rain Cross, José Manuel Durán Martínez, Pablo García Naranjo, Moi Gascón, Marco Gómez, J. C. Ibarz, Tony Jiménez, Kiko Labiano, Daniel Lanza, Carlos J. Lluch, Bea Magaña, Javier Martos, Montiel de Arnáiz, Francisco José Palacios, Toni R. Pons, Lorena Raven, Daniel Rubio, Antonio Sánchez Vázquez, Beatriz T. Sánchez.
Ilustradores: Cecilia G.F., Marco Gómez, Juan Alberto Hernández, Daniel Medina, David Rendo, Nur Zaragoza.
Disponible en la plataforma digital Lektu, en formatos epub y mobi, y totalmente gratuita. Pincha en el enlace para descargarla.

Y tras esta noticia, permite que te dé un consejo: estás viviendo un tiempo prestado; procura aprovecharlo. ;)



lunes, 29 de mayo de 2017

FOTOS PARA EL RECUERDO

Hubo un tiempo en el que cada evento literario era un acontecimiento importantísimo que merecía su propia entrada en este blog, un relato al que llamaba No-Crónica llena de fotos y de agradecimientos. Pero el año pasado no hubo eventos, y casi no hubo entradas, porque no había novedades que compartir y las (pocas) veces que me senté a teclear fue para mí misma (ya sabes, mi necesidad de volver a escribir era más importante que la necesidad de comunicarme). Así, como el que ha perdido una buena costumbre por falta de continuidad, este año he dejado pasar la primera presentación sin venir a colgar fotos ni escribir una No-Crónica. Y no porque no fuera un acontecimiento importante para mí, pues cada reunión de escritores en la que participo, cada reencuentro con amigos, cada abrazo y cada charla sobre proyectos y el mundillo literario es un chute de energía que me recuerda por qué sigo empeñada en vencer en esa lucha interna que me traigo entre manos y por qué rendirse no es una opción, y me motiva y me ayuda a volver a sentarme delante del ordenador y a seguir haciendo crecer esas historias que dan vueltas dentro de mi cabeza y que no toman forma hasta que las dejo salir a través del teclado.

Bien, nadie va a hacerlo por mí, y mejor tarde que nunca. Aprovechando que ayer participé en otra presentación y que todavía me duran los efectos del chute energético, voy a colgar un par de foticos, a modo de homenaje y de agradecimiento, y sobre todo de recordatorio, para cuando vuelvan esos días en los que la realidad y la rutina me hacen pensar que soy un fraude cuando digo que soy escritora, dado que escribo muy poco y sigo sin publicar nada. La verdad, lo de publicar no es que me quite el sueño, pero ya estoy cansada se seguir poniéndome excusas para no escribir.

En marzo, aprovechando que estaba de vacaciones en el trabajo, pude viajar a Barcelona para participar en la presentación de la antología Aquel Extraño Hombre Alto de Ivan RuSo, publicada por la editorial Palabras de Agua (y cuyo enlace de compra encontrarás en el banner que tengo puesto en el lado derecho del blog). No voy a hacer una No-Crónica, sólo te diré que fue una tarde estupenda en compañía de amigos y compañeros de letras, que lo pasamos muy bien y que firmamos muchos ejemplares. La foto para el recuerdo:

Presentando junto a Antonio Sánchez Vázquez, Juan de Dios Garduño, Iván Ruso, Ana Coto y Miguel Chamizo


La de ayer fue la presentación de la antología MIERDA, publicada por Apache Libros (enlace de compra también en el banner de la derecha) en la Feria del Libro de Huesca. Ya que me perdí la primera presentación en Zaragoza (que, por cierto, fue un exitazo de público y de ventas), porque se hizo un sábado (el día 22 de abril) y no pude asistir, aproveché que en esta ocasión el evento tenía lugar en domingo (y que Athman M. Charles y su familia me invitaron a acompañarlos en su coche) y fui a dar esos abrazos guardados durante tanto tiempo, abrazos que me llenan de energía y que me ayudan a volver a escribir. La foto para el recuerdo:

Presentando junto a Daviz Rozas, Athman M. Charles, Ana Vivancos, Roberto Malo, Teresa Palomo y Rosa Vidal


No sé si voy a poder asistir a más eventos este año, pero sí sé que pronto tendré una nueva noticia que venir a compartir contigo. Sí, ya sé que lo de los relatos desperdigados por aquí y por allá no te hace tanta ilusión como la idea de una novela sólo mía publicada, pero estoy pensando en reunirlos todos y hacer un libro con ellos, y para eso tienen que ver la luz las últimas antologías que faltan. Así que espero que te alegres cuando salga la siguiente, porque eso significará que ya falta menos para que ese libro de relatos sólo míos sea una realidad.

Y ahora me voy a ver si esa energía me ayuda a seguir haciendo crecer alguna de las historias que tengo inacabadas. En marzo prometí que este año terminaba una novela. Y ya sabes que suelo cumplir los retos... aunque lo haga el último día del plazo marcado, je.


lunes, 20 de marzo de 2017

MIERDA

Esta entrada es para decirte que no hay sueños imposibles. Que hasta las fantasías más delirantes pueden llegar a hacerse realidad si crees en ti, te mueves y perseveras.

Pero deja que haga un poco de historia a modo de introducción.

Allá por 2014, cuando empecé a escribir relatos para antologías en un intento de vencer el bloqueo que me impedía volver a mis novelas inacabadas, y después de ser invitada a participar en Family Nightmares y en Santa Wiik (mira a la derecha, donde están los banners, para hacer memoria), mi amiga Wiss (Ana Vivancos), con quien participé más tarde en Mascotas y a la que pude dar un abrazo mucho tiempo guardado durante el cónclave Penumbra que se celebró en Zaragoza en 2015, me aceptó como miembro de un selecto grupo de autores locos que se disponían a escribir un puñado de relatos, digamos, insólitos. Y es que hay que estar un poco loco para querer escribir sobre la mierda, ¿no te parece?

En realidad no fue Wiss quien me propuso participar (por entonces Wiss y yo no nos conocíamos), sino David Rozas, mi colega de antologías y (hasta hace poco) coordinador de La Pastilla Roja, para la que corrijo desde que viajé con Athman a la Eurocon. Rozicas, que había leído «La cofradía del Cristo del Mal Rollito» mientras pergeñábamos la Santa Wiik en otro de esos grupos selectos que maquinan y trabajan desde las sombras, debió de pensar que la niña que no sabía resumir estaba más que preparada para seguir pariendo relatos, y que su humor ligeramente malsano encajaría sin problemas en una antología escatológica. Nada más lejos de la realidad, te lo aseguro. Le aseguré. Porque una cosa es parir un relato, y otra muy distinta es cagarlo. Y yo soy estreñida por naturaleza, además de muy aprensiva para según qué temas, y eso de hablar de cacas y tal me da tanto apuro como hablar de sexo (dijo la escritora de fantasía épica que actualmente se halla enfrascada en la reescritura de la novela erótica que escribió hará unos quince años). Pero Rozicas dijo que podía hacerlo, y ya sabes que no puedo resistirme a un reto, y menos cuando quien me lo propone afirma que cree en mí.

Bien, entré en el grupo, y ¿qué encontré allí? Pues lo mejor de lo mejor de la literatura nacional, plumas cargadas de talento y mentes retorcidas que te las hacen pasar canutas con sus relatos de terror, y también un puñado de autores a los que no conocía y que resultaron ser tan buenos como aquellos con los que ya había colaborado en alguna antología, a los que había corregido o simplemente leído. Puesto que la mayoría ya nos conocíamos, pronto me sentí como en casa. Y fue muy divertido trabajar con ese equipo, eso te lo puedo asegurar.

Pero cuando se empezaron a colgar los primeros relatos, pensé que a lo más que podía yo aspirar en ese grupo era a echar una mano con la corrección, porque ¿qué podía aportar yo, que pronuncio la palabra caca y me ruborizo de la vergüenza? Había mucha calidad literaria en esos relatos (y no me preocupaba no estar a la altura, eso nunca me ha preocupado; ya sabes que son los propios lectores los que dicen que Bea Magaña es sinónimo de calidad literaria), pero también había mucha mierda, muchísima: mierda en la antigua Grecia, mierda en el espacio, mierda en el aire, mierda en las cañerías, en retretes públicos, en fragmentos de películas, en contratos bancarios, en piezas de arte, en suelas de zapatos, en tazas de café, en la bañera... 8D ¿Qué mierda podía escribir yo que resultara original, divertida y escatológica (y que no me obligara a renunciar a esa elegancia que caracteriza a mis textos)?

Si me conoces un poco, podrás adivinar lo que ocurrió.

Exacto. Siempre soy el elemento discordante. Donde todos optan por los sueños macabros, yo me decanto por la metaliteratura con final esperanzador (Onírica), donde todos hablan de monstruos malvados, yo retrato a una criatura (casi) bondadosa (Aquel Extraño Hombre Alto), donde todos masacran a una familia, yo prefiero una especie de reunión familiar (Family Nightmares), allí donde todos tiran por los demonios, yo me meto en un videojuego (Devoradores de Almas)... Y allí donde todos se embadurnan de mierda hasta las cejas, yo escribo sobre el estreñimiento. Pero, eh, cada uno escribe sobre lo que mejor conoce, ¿no es cierto? 8D

Escribí mi relato (que no es de lo mejor que he escrito en los últimos tres años, lo reconozco, pero que tiene un algo y por el que siento un cariño especial, ya que está basado en hechos reales) y el grupo decidió que era una mierda 8D y lo aceptó. También corregí los de mis compañeros, y me sorprendió la variedad, y me maravilló la calidad que encontré, y no paré de reír mientras los dejaba limpitos de erratas para que, cuando por fin tuvieras el libro en las manos, no pudieras sino quitarte el sombrero y decir ¡Mierda!, Se lo han currado mucho, estos locos y valientes autores (y es que hay que ser muy valiente para arriesgarse a perder el respeto de tus lectores al cambiar radicalmente de registro y atreverte con un género que, cuando menos, resulta poco serio, y cuando más, hasta polémico).

Y ahí estaba el escollo al que habría de enfrentarse esta antología hecha más con las tripas que con el corazón 8D Porque, a ver, ¿qué editor estaría tan loco como para apostar por nuestra antología? En fin, lo hemos pasado bien, que es de lo que se trataba, hemos sido un equipo cojonudo y hemos compartido muchos chistes escatológicos y muchos memes de mierdas de todos los colores durante estos años. ¿Alguno esperaba en serio que nuestro proyecto llegara a hacerse realidad?

Pues, mira por dónde, yo sí lo esperaba. Y así se lo dije a Wiss cuando nos vimos en Zaragoza. Has coordinado una antología fantástica, Wiss; es original, es irreverente, es divertidísima, es atrevida, tiene muchísima calidad literaria y, para bien o para mal, va a dar mucho que hablar. Esta Mierda apesta a éxito. Así que no te rindas, muévete, sé tenaz, porque le encontrarás un buen hogar. Yo creo en ella, y creo en ti.

Wiss fue tenaz, y perseverante, se movió, le buscó un editor, creyó en esta antología. Y ahora, tres años después de que su loca idea nos llevara a juntarnos para hacer algo que nadie había hecho antes, nuestra Mierda se ha hecho realidad. De la mano de José del Río Fortich, hombre valiente e inteligente (pues vio el potencial que tenía esa colección de cacas y apostó por ella) y su editorial, Apache Libros, te presento con orgullo, algunas arcadas, mucho papel higiénico y el deseo de que disfrutes de la lectura tanto como nosotros disfrutamos de la escritura, nuestra MIERDA.



Pronto fecha de lanzamiento y más información.

Recuerda: cree en ti, muévete, persevera. Incluso los sueños más impensables se hacen realidad.


miércoles, 22 de febrero de 2017

Aquel Extraño Hombre Alto. Preventa


Hace tiempo que vengo diciéndote que este año vas a ver varias publicaciones que incluyen un relato mío, pero no te he hablado de ninguna de ellas todavía, y es que (como también te he explicado muchas veces) mientras no hay una portada o una fecha de lanzamiento me toca guardar el secreto como una chica buena, aunque me esté muriendo de ganas por contarte cositas chulas.

Bien, pues ya puedo hablarte de la primera de ellas. Se titula Aquel Extraño Hombre Alto, y es una antología de relatos de terror en la que, contrariamente a lo que suele ocurrir, los autores somos el acompañamiento y las ilustraciones son las protagonistas indiscutibles.

Orígenes: Aquel Extraño Hombre Alto nace de la imaginación del ilustrador Iván RuSo, y surgió sin un propósito concreto, como explica el propio artista en el prólogo del libro, que se limitó a dibujar sin tener claro lo que buscaba y que el propio personaje se fue creando a sí mismo. Así nos lo pareció a muchos que lo vimos por primera vez en Facebook o en Twitter, que era un personaje que poseía vida propia y una fascinante historia que contar. Fuimos muchos los que enseguida nos sentimos atraídos por él, y con cada nueva ilustración de Iván RuSo nuestra imaginación lo iba ubicando en un escenario y le iba creando un pasado e inventándole una historia que pronto, animados por el entusiasmo de un puñado de intrépidos que mostraron un gran interés hacia él y lo vieron convertido en el protagonista de su propio libro de cuentos, nos pusimos a teclear. De este modo se conformó la antología que hoy te presento, compuesta por trece relatos que giran en torno a este fascinante personaje que inspiró a catorce autores de gran talento, entre los cuales puedo decir con orgullo que me encuentro. Y son trece relatos fantásticos, te lo digo con conocimiento de causa, ya que, una vez más, mis rotus de colores y yo hemos sido de los primeros en poner los ojos sobre ellos.


SINOPSIS
Habita en lo más profundo del bosque. Sonidos aterradores de crujientes ramas son su voz y aunque carece de ojos, puede verte. No está hecho de huesos, pero sus afiladas zarpas pueden destriparte de un solo golpe. No te conoce, pero va a por ti. Lo reconocerás por su sombrero de copa alta, por sus brazos hechos de ramas y por la sangre que salpica su ser. Escóndete, corre, huye, presenta batalla si así lo prefieres… Pero él tiene hambre, un hambre que no saciará, por muchas personas que mate, por muchos niños que atrape.

Aquel extraño hombre alto es el inquietante personaje creado por el ilustrador barcelonés Iván Ruso. En estás páginas podrás encontrar trece macabros relatos escritos por catorce autores del género de terror. Acompañados por numerosas ilustraciones que no podrás dejar de mirar.
NO MOLESTES AL BOSQUE O LO QUE HABITA EN ÉL DESPERTARÁ

Páginas: 280 (24 a color)
Género: Terror
Editorial: Palabras de Agua
Coordinador: Javier Martos
Autores: Javier Martos, Iván RuSo, Juan de Dios Garduño, Pablo G. Naranjo, Antonio Sánchez Vázquez. Sara Oliveira Ávila, Álvaro de la Riva, Ed Kürten, Sergio Llamas. Juanma Nova García, Bea Magaña. Rain Cross, Cristina Béjar, Miguel Chamizo, Tony Jiménez, J. A. Campos (Toluuuu)


La preventa está activa en la web de la editorial Palabras de Agua. Puedes encargar tu ejemplar pinchando en este enlace.