No puedo hacer planes, me
ha quedado claro.
No sé cómo me las
apaño, pero me he enfrentado a meses de bloqueo sin encontrar nada
que me alejara de los juegos tipo Farm Heroes Saga y me animara a
aporrear el teclado en busca de la frase que me devolvería a ese
estado de dicha que nada más que la escritura es capaz de
proporcionarme, y cuando por fin encuentro la conexión con mi Musa y
las ganas y el deseo de volver a escribir, aunque fueran pensamientos
y reflexiones, se me llena el correo de novelas para corregir. Y como
no puedo resistirme a una buena lectura, y adoro corregir, y soy
incapaz de decir que no cuando mis amigos me piden ayuda, he pasado
el mes de agosto pegada a la pantalla del ordenador, y al teclado, y
al ratón, pero ya no para jugar a alinear cosechas, sino para usar
mis rotus virtuales, y esa sinceridad que me caracteriza y que me
convierte en una lectora beta en la que se pude confiar. Porque tengo
un talento especial para detectar errores tanto ortotipográficos
como argumentales, y no tengo reparos a la hora de hacer una crítica,
aun a riesgo de herir la sensibilidad de mis amigos, a los que
aprecio como personas y valoro como escritores.
Francamente, si te piden
que leas un texto y que des tu opinión, y movido por el afecto te
limitas a elogiar una historia obviando los puntos en los que flojea,
ni estás siendo un buen lector beta, ni estás siendo un buen amigo.
Es genial que te digan que tu historia es preciosa, emocionante y
sorprendente, para qué nos vamos a engañar. Los halagos alimentan nuestro ego, y nos infunden autoconfianza. Pero es muy satisfactorio,
aunque a veces doloroso, que nos señalen los errores, ésos que
nosotros no hemos visto porque estamos demasiado ligados
emocionalmente a nuestra historia y no somos objetivos, o porque la
hemos releído tantas veces que nos la sabemos de memoria y pasamos
por alto los fallos, bien por aburrimiento o por esa ceguera que
suelen tener los padres frente a sus hijos preferidos. Cuando alguien
nos señala nuestros errores, nos está ayudando, y cuando superamos
la rabia o la decepción nos damos cuenta de que ha sido una suerte
que alguien en quien confiamos viera lo que nosotros no habíamos
sido capaces de ver para que pudiéramos ponerle remedio antes de
mostrar nuestro trabajo al mundo. Porque siempre es preferible que te
critique un amigo a que te rechace un editor, ¿no crees?
Aunque, no sé, desde que
me regalaron un Kindle leo muchas novelas autopublicadas en Amazon, y debo confesar que son más
las que he dejado a medio leer que las que he terminado. Y es que soy
incapaz de leer una historia cuya redacción hace que me duelan los
ojos. Lo de corregir es algo innato en mí, no necesito llevar puesto
el «supertraje» de correctora para ver las faltas, las comas fuera
de sitio, las repeticiones, las frases mal construidas, el uso
incorrecto de la puntuación en los diálogos... Y la mayoría de las
novelas que he descargado en mi Kindle dan la impresión de haber
sido publicadas sin haber pasado antes por las manos de un corrector.
Pero no vayas a creer que
he venido a criticar a los escritores que han optado por el camino de
la autopublicación. Leo muchos comentarios despectivos en Facebook
acerca de los llamados «amazonitas», apelativo que me parece que es
usado como insulto más que como etiqueta, y no estoy de acuerdo con
la mayoría de ellos. La autopublicación es un camino tan digno y
válido como cualquier otro, y Amazon una puerta abierta para todos
aquéllos que no tienen tiempo o ganas de probar primero el método
tradicional. En Amazon hay verdaderos tesoros que, por motivos que no
acierto a comprender, han sido rechazados por las editoriales de toda
la vida. Lamentablemente, también hay mucha mediocridad, mucha prisa
y muchas ganas de abrirse camino en el mundo literario sin pararse a
pensar que una mala redacción y un argumento mal trabajado lo único
que pueden conseguir es que un escritor se gane una pésima
reputación y se suicide literariamente hablando antes de haber
empezado a andar el camino.
¿Por qué tanta prisa
por publicar? Es una pregunta que me he hecho infinidad de veces.
Entiendo la necesidad de mostrar nuestro trabajo, no importa cuál
sea, el cocinero desea mostrar sus platos, el ebanista sus muebles,
el jardinero sus setos, el científico sus progresos, el actor su
talento, el pintor sus cuadros y el escritor sus textos. Todos
tenemos un trabajo o un hobby que disfrutamos y que deseamos
compartir. Y a todos nos gusta que nuestro trabajo reciba elogios,
que arranque suspiros y aplausos, que conmueva, que sorprenda, que
enamore. A todos nos gusta sentirnos especiales. Abrimos blogs,
páginas web, colgamos fotos en las redes sociales, a nadie le gusta
que su trabajo o su hobby pase desapercibido. Quizás es esa idea de
dejar huella de nuestro paso por este mundo. Pensar que cuando mueras
te quedará el consuelo de que alguien recordará tu nombre.
O quizás estoy
exagerando, y sigo siendo una romántica, y el motivo no es tan
trascendental como imagino. Quizás es solamente una cuestión de
ego. Pero yo del ego no entiendo gran cosa. Soy demasiado
autocrítica, y aunque acepto que tengo cierto talento y una prosa
capaz de enganchar y enamorar al lector, sigo buscando esa historia
que, una vez leída, no seas capaz de olvidar.
¿Por qué tanta prisa
por publicar? ¿Por qué publicar de cualquier modo? ¿Por qué pagar
por publicar? ¿Por qué no tomarse unos meses para hacer una
revisión ayudado por un profesional o por un amigo o conocido que
sepa trabajar de modo profesional aunque no se dedique a ello
profesionalmente? ¿Por qué hay escritores que envían sus
manuscritos llenos de errores y de fallos a las editoriales y luego
no aceptan que les rechacen, y se dedican a despotricar contra las
editoriales y eligen la autopublicación y suben sus novelas a Amazon
con esos errores y faltas que han provocado su rechazo, en lugar de
aceptar que su trabajo no era lo suficientemente bueno y tratar de
mejorar antes de volver a intentarlo?
Las respuestas del tipo
«para mí lo importante es el contenido, no la forma» me parecen
meras excusas de escritor mediocre. Si te llamas escritor, debes
demostrar que lo eres, y una historia original no es suficiente. La
imaginación es sólo una de las cualidades que te convierten en un
escritor. Debes saber desarrollar un argumento de modo que no queden
cabos sueltos, que sea creíble y coherente, (por favor, no más
tipos corrientes que jamás han tocado un arma y que disparan por
primera vez en su vida con tanta suerte que le aciertan a un zombi en
la frente con la primera bala); debes saber transmitir algo además
de una historia, si no le pones alma, no llegarás al corazón del
lector. Tienes que saber formular bien las frases, hacer las pausas
correctas, ¡no querrás que el lector se ahogue por falta de comas o
que se atragante por exceso de ellas! Corregir los malos hábitos, procurar alejarte de los tópicos, evitar las repeticiones tanto de ideas como de palabras, recuerda que
tienes la suerte de hablar uno de los idiomas más ricos del mundo,
utiliza sinónimos, no abuses de la adjetivación, procura limitar el
uso de los adverbios terminados en -mente, que te harán parecer un
principiante. Juega con los tiempos verbales, no te limites al mismo
tiempo pretérito si en un capítulo estás describiendo el momento
presente y de pronto intercalas un hecho acontecido años atrás, eso
confunde al lector. Recuerda que hay palabras que suenan igual pero
que significan cosas distintas (por favor, ¡ese bello de punta
que hace sangrar los ojos debería estar prohibido por ley!). Cuidar
la forma es parte del trabajo.
¿Por qué tanta prisa
por publicar? ¿Se trata de mostrar nuestro trabajo, o de ganar
dinero con ello? Todos tenemos el mismo sueño, ¿no? Vivir de lo que
escribimos, vender los suficientes libros para poder dedicarnos a la
escritura a jornada completa, trabajar en lo que más nos gusta sin
preocuparnos por las facturas o por la hipoteca o por el subsidio del
paro que está a punto de agotarse. Pero poder vivir de la literatura
es una utopía. Algunos lo conseguirán, muy pocos, otros nos
conformaremos con ver nuestras novelas en las estanterías de
nuestros amigos, o en los escaparates de las librerías si hay
suerte, o en las listas de los más vendidos de Amazon, al menos
durante un tiempo. Algunos, muchos, que no se paran a pensar en las
consecuencias de publicar con prisas y de cualquier manera, ni
siquiera llegarán a eso. ¿Merece la pena correr, es realmente
satisfactorio poder decir que has publicado y que se hable de ti
durante unos meses, y que nadie te recuerde al cabo de un año?
Porque eso es lo que pasará si tu libro recibe malas críticas, y la
forma pesa mucho. Piensa también en los lectores. Un libro no es
nada barato; pero aunque hablemos de novelas para Kindle que cuestan
menos de un euro, los lectores se sentirán defraudados y engañados
si pagan por un trabajo mal hecho. Si lo que quieres es ser
reconocido, hacerte un nombre y vender libros, tómatelo en serio,
por favor. Si lo único que te importa es mostrar tu trabajo, abre un
blog, o cuelga tu novela en Wattpad, o en cualquier otra plataforma
de lectura gratuita.
Me estoy extendiendo
demasiado. Y he vuelto a ser traicionada por mi Musa. Mi intención
al comenzar a escribir esta entrada era explicarte por qué he pasado
todo el mes de agosto sin actualizar el blog, cuando tenía tantas
cosas que contarte, y ella ha hilado las frases a su antojo, como le
gusta hacer, y me ha ayudado a sacar una de esas reflexiones que
llevo mucho tiempo queriendo compartir contigo y que nunca sabía
cómo poner por escrito.
Pero eso es bueno, vuelvo
a escribir sin necesidad de tener que pensar qué quiero decir. Como
en los viejos tiempos. Por fin he superado el bloqueo. Por fin,
gracias a las correcciones y a las lecturas que he recibido para
valorar, he encontrado el camino que había perdido. Ya estoy
preparada para volver a narrar historias.
Este mes he corregido
cinco novelas y he sido lectora beta de otras dos. Tengo una más en
mi carpeta, y dos en camino. Me he comprometido, y las corregiré.
Pero he tomado mi decisión: no voy a aceptar encargos, no voy a
dedicarme a corregir. A mis amigos sí, siempre; y no negaré mi
ayuda a quien me la pida. Corregir me ha ayudado a superar el bloqueo
y a recuperar un ritmo constante de trabajo, y seguiré haciéndolo
siempre que no esté escribiendo. Pero quiero trabajar en mis propias
novelas. Necesito volver a escribir. Sin prisas, sin forzarlo, saldrá
cuando me sienta preparada, saldrá como ahora, sin pensar, como en
los viejos tiempos, de forma automática.
Nunca he tenido prisa por
publicar. Pero siento que ha llegado el momento. Este mes estoy
tomando muchas decisiones. Te hablaré de ello dentro de poco. Con la
reflexión de esta tarde ya te he calentado demasiado la cabeza. Pero
ya sabes que resumir no es precisamente lo mío, así que confío en
que no me critiques demasiado por una entrada tan extensa.
También espero que
reflexiones sobre lo que te he dicho. La forma es importante, mucho.
Por favor, tenlo en cuenta antes de dar el paso, elijas el camino de
la autopublicación o decidas aventurarte en busca de editorial. No
permitas que tu trabajo sea rechazado por tu propia pereza o por tu
incapacidad para ver errores que otra persona te ayudará a ver, si
pides ayuda. Hay mucha envidia y muchas ganas de polemizar y de
discutir en este mundillo, pero también hay mucha gente dispuesta a
ayudar. Atrévete a pedir ayuda. Y no tengas prisa.