Ciudad:
Barcelona. Fecha: sábado, 28 de junio de 2014. Lugar: Librería
Gigamesh. Evento: presentación de la antología Family Nightmares.
Decir que fue un día genial no es suficiente. Genial no es una
palabra válida para expresarlo.
Un
mes después sigo sin encontrar las palabras para explicarte lo que
significó para mí.
Así
que, mientras las busco, te dejo el vídeo de la presentación, para
que te vayas haciendo una idea.
Si
estuviste conmigo el año pasado, si leíste mi no-crónica de la
Expocon, quizás recuerdes que aquél fue un día fantástico,
incluso a pesar de mi timidez, que me impidió acercarme a mucha
gente y presentarme. La experiencia fue genial, los abrazos que di y
los que recibí me llenaron de energía, fue un despertar y una
especie de renacer, no sólo en lo personal, también en lo creativo.
Fue el inicio de la ruptura de un bloqueo que ya duraba demasiados
años, empezar a salir de mi burbuja de temor y de dudas y de
inseguridad, el preludio de un estado de motivación y de ilusión
que creía haber perdido para siempre. Ese viaje me llevó a cruzar
una puerta que hasta ese momento había permanecido cerrada e
invisible para mí, o acaso fue mi miedo a todo lo que me impedía
verla y abrirla. Me embarqué en otro viaje, uno que me ha llevado
hasta el lugar en el que me encuentro ahora, de nuevo viva y fuerte y
con ganas de hacer muchas cosas.
Ese
día conocí a Antonio Sánchez Vázquez, quien poco después
contactaría conmigo para proponerme escribir un relato, a pesar de
saber que sufría un bloqueo y que lo mío no era precisamente
resumir; ésa fue la primera vez que alguien me invitaba a participar
en un proyecto junto con otros autores, mi primera colaboración en
una antología, y me propuse darle un gran relato, porque su fe y su
apoyo no merecían otra cosa que lo mejor que saliera de mí. Y le di
El Recipiente, que es
de lo mejor que he escrito jamás. Puede que no guste a todo el
mundo, pero sé que es un gran relato y me siento muy orgullosa de
él, además de tenerle un cariño especial, por lo que significó
para mí.
Mira
el vídeo. Ya no soy la tímida que se presentó en Zaragoza y no se
atrevió a hablar con casi nadie. He sido capaz de sentarme en una
mesa llena de escritores (y un ilustrador) a los que admiro y
aprecio, y sentirme una de ellos; de mirar al público (mucho
público, no quedó un asiento libre en la sala) y no morirme de la
vergüenza, de coger el micrófono y hablar sin casi tartamudear. Lo
que comenzó en la Expocon ha ido creciendo a lo largo de este año,
y la presentación en Gigamesh fue el culmen.
Todavía
me dura la emoción, así como la sonrisa y la energía de tantos
abrazos dados y recibidos. El más especial, el abrazo que durante
meses estuve guardando para Antonio, mi mellizo, el que hizo posible
que hoy esté escribiendo esta entrada en mi blog.
Mellizos reunidos. Bea feliz. |
Pero
hubo muchos otros abrazos especiales ese día que conservo en la
memoria y en el corazón como un tesoro. El primero fue para Jorge
Herrero, que estaba esperándonos en la puerta de Gigamesh cuando
llegamos Athman y yo en el coche de Dani Expósito, que nos vino a
buscar con su coche a la estación. Jorge, al igual que mi mellizo,
se presentó con una sorpresa en la mochila: mira, me dijeron que
tendría la oportunidad de firmar el libro en la página
correspondiente a mi relato y acabé ¡dedicando mi novela!
El
día fue de lo más interesante. ¡Lo que se aprende escuchando a
estos tipos! Conversaciones que duran horas y que querrías que no se
terminaran nunca, risas frente a una hamburguesa, confesiones a la
sombra de los árboles. Amigos que fueron llegando a lo largo de la
tarde. El abrazo prometido a Toluuuu, con quien tenía una deuda que
intenté saldar durante la presentación, un gesto que él entendió
sin problemas y al que correspondió como si lo hubiéramos planeado.
Este abrazo es para darle envidia a Carlos J.Lluch |
Amigos
nuevos, más abrazos, reencuentros, desear tener varios clones para
poder unirte a todas las conversaciones, tarea imposible cuando se
juntan más de quince personas en un bar en el que casi no cabíamos.
La llegada de Miguel Ángel Naharro y de Pepa Mayo. La alegría de la
tarde, volver a ver a mi reina Irene Comendador que, esta vez sí,
venía con mi chica unicornio Karol Skandiu, ¡otro abrazo épico!
Encantadoras, ¿verdad? Pues no te confíes: escriben terror |
De
vuelta en Gigamesh, caras nuevas y más caras conocidas que se
acercaron a saludarnos. Yo iba y venía, repartiendo abrazos y
obsevándolo todo con entusiasmo y curiosidad. Detrás del mostrador
había un tipo que no había estado allí por la mañana, alguien a
quien yo no conocía y al que todos saludaban con afecto y
complicidad. Nadie nos presentó, pero Athman le llamó por su nombre
y la curiosidad me pudo. ¿Ese Antonio era el mismo tipo cuyas
recomendaciones literarias sigo en el blog Deprisa, Deprisa?
Me acerqué y, como si le conociera de toda la vida o hubiéramos
hablado en incontables ocasiones (cosa que no era así, puesto que ni
siquiera éramos amigos en Facebook), le solté: «Hola. Tú eres el
Librero del Mal». Je. Mira, ya no era la tímida que había ido a
Zaragoza varios meses atrás. Torrubia, asintiendo, me dijo: «Y tú
eres Bea Magaña». Y me quedé sin palabras. Vale, tampoco era ya la
desconocida que se había presentado en la Expocon.
Me
sentí rara, me sentí parte de un pequeño mundo que para mí
significa mucho, me sentí feliz.
Ya
no tengo miedo.
A
lo largo de este año he conocido a muchas personas que sin saberlo
me han ayudado a curarme del mal que me mantenía estática y
bloqueada. Personas que a día de hoy me dan las gracias por lo mucho
que les ayudo, lo mucho que les enseño, lo mucho que les animo. No
saben que lo que ellos me han dado es infinitamente más valioso y
que jamás podré pagar la deuda que he contraído con ellos, aunque
lo intento cada día, si bien no llego a todas partes y voy poco a
poco. Pero poco a poco es muchísimo mejor que permanecer quieto en
un punto o que deambular como un maldito zombi sin voluntad, sin más
meta que la de sobrevivir aunque por dentro uno se sienta muerto y
vacío.
De
no poder escribir he pasado a escribir varios relatos para varias
antologías, consiguiendo lo que creía imposible para la “niña
que no sabe resumir”, que es contar una historia en pocas palabras,
recuperando al mismo tiempo otra de las cosas que había perdido, la
más importante, que es volver a disfrutar creando, transmitiendo. Me
ha costado arrancar, pero ahora me siento delante del ordenador y
tecleo sin saber lo que voy a encontrarme cuando pare y lea, y entro
en esa especie de trance que me hace escribir de forma automática
como en los viejos tiempos, y alcanzo ese estado de euforia que me
embarga cuando juego con las palabras, con el tono, con los distintos
géneros. Siete relatos llevo escritos desde la Expocon, y ninguno se
parece a los demás; he narrado a dos voces, en primera persona, en
tercera, en forma de diálogo, en presente, en pretérito, he ido
desde el estilo más clásico y bello (con un tono que recuerda mucho
al que uso para narrar las Historias de Thèramon) hasta el
más canalla y deslenguado (acercándome al tono de El chico
perfecto no sabe bailar el twist e incluso sobrepasándolo). Me
siento muy orgullosa y satisfecha de lo que he conseguido a lo largo
de este año, y más preparada para volver a enfrentarme a la
narración larga, así que en breve retomaré alguna de las novelas
que tengo por ahí empezadas, pues el deseo de vivir esas historias
que quieren ser contadas ha regresado.
No
sé si he conseguido expresar con todas estas palabras lo que la
presentación de Family Nightmares ha significado para mí, como
persona y como escritora. Poco te hablo de la presentación en sí,
porque para que veas cómo fue te he dejado el vídeo al principio de
este post. Fue un evento literario, el segundo al que acudía, el
primero en el que participaba de forma activa, como escritora y como
correctora. Y fue un éxito, la sala se llenó, firmamos muchos
ejemplares, tras la charla que dimos nos despedimos de Cristina
Béjar, que se fue a celebrar su cumpleaños con su gente, y de mi
mellizo, su esposa, su preciosa hija Sara y de José Pérez, que
tenían que volver a su ciudad. Los que quedábamos nos fuimos a
tomar algo a una terraza y seguimos hablando, ahora acompañados por
más compañeros de letras y amigos. Mi querida Ana Arnalot, Jorge
Herrero, Daniel M. Guivaudan, Doc Naharro, Julia Ortega, Víctor
Cifu, Ricard Millás, Lluís Rueda, Julián Sánchez Caramazana. Un
día completo que no voy a olvidar.
Quería
contarte todo esto el domingo, pero tenía problemas con mi ordenador
(tuve que llevarlo a reparar, estaba llenito de virus) y después me
centré en cuatro correcciones y no he tenido un segundo libre para
escribir mi no-crónica de la presentación hasta ahora. Fue ayer,
mientras tomaba un café y recordaba en voz alta aquel sábado
mágico, cuando comprendí que lo que me había traído de ese día
en el corazón todavía latía con fuerza, más aún, que lo que ese
día me había dado había crecido, y que mi entusiasmo, mi ilusión,
mi deseo y mis ganas de seguir adelante sin más dudas ni miedos
idiotas eran inmensos. Fue un evento literario, sí, pero para mí fue mucho más. Así que me he sentado a escribir esto, porque
quería compartirlo contigo.
He
buscado en mi Facebook, y he rescatado el post que subí el domingo
siguiente al llegar a casa. Fue mi pequeño adelanto a esta
no-crónica. Quiero dejarlo aquí, como colofón, como recordatorio,
como agradecimiento. Porque, al igual que la palabra genial no sirve
para transmitir lo que mi viaje a Barcelona significó para mí, la
palabra gracias no es suficiente:
«Ayer
fue uno de los mejores días de mi vida. La presentación fue un
éxito (y una fiesta), no quedaron asientos libres, firmamos mucho, y
repartí y recibí tantos abrazos que la sonrisa y la energía me van
a durar meses.
Gracias
a todos por haberlo hecho posible. Gracias a Athman M. Charles por
haberme llevado a Zaragoza el año pasado, a Antonio Sánchez Vázquez
por haber creído en mí, a Toluuuu por haberme pasado el micro, a
Irene Comendador y a Karol Scandiu por quererme tanto, a Jorge
Herrero Martínez por estar ahí el primero, a Ana Arnalot por
hospedarme en su casa, a Daniel Expósito por haber ido a recogernos.
A los compañeros que acudieron, Cristina Béjar y José Pérez, a
los que no pudieron venir, a los amigos que nos acompañaron, a los
desconocidos que se acercaron a escucharnos. A Gigamesh y a Editorial
Universo. A los lectores que encargaron su ejemplar durante la
preventa y a los que lo adquirieron tras la presentación. Y a los
colegas que nos acompañaron después».
Sabes una cosa? Eres NUESTRA Bea...Y me hace feliz verte feliz. :-D
ResponderEliminarPues sí, te queremos tanto o más de lo que piensas, eres maravillosa mi Bea, y te echo de menos no sabes hasta qué punto, a ver si pronto volvemos a coincidir. Y saber que ya pasaron los días malos y has resurgido con esta fuerza, me hace feliz como dice Athman, jamás mires atrás y si lo haces, solo para coger impulso y seguir luchando, veremos mucho éxito en tu futuro, lo sé. Te quiero mi niña!!
ResponderEliminarTe quiero mas de lo que imaginas
ResponderEliminarAinns mi niña bonita... no sabes tú lo feliz que soy de haber ido a ese viaje, de haber visto a todos, los abrazos, las risas, el compañerismo, ese nuestro hijo en común entre todos... ¡tú! Si eres lo más dulce que hay, y quererte, ¡siempre!
ResponderEliminar<3