¿Por qué elegiríamos
una u otra? No sé el resto (o sí, pero los motivos de cada uno son
distintos), pero yo sé por qué elegí la autopublicación hace
nueve años. No conocía cómo funcionaba el mundo editorial, pero
sabía que uno de los requisitos para publicar con editorial era
presentar el libro; eso significaba hablar de mi trabajo delante de
un puñado de personas. Era (soy) una persona muy tímida y no me
sentía preparada para hacer mi primera presentación. A través de
mi blog Historias de Thèramon había conocido a otros
autores, y muchos de ellos estaba publicando sus novelas en Amazon.
Recibí consejos y ayuda para lanzarme, y lo hice. La experiencia fue
satisfactoria. El primer día mi novela se coló dentro del Top 100,
recibió muchos comentarios positivos (qué digo, ¡fantásticos!) y
muchas estrellitas, y también un puñado de reseñas en blogs. Ese
primer año, sin apenas hacer publicidad, se vendieron casi
trescientos ejemplares de El chico perfecto no sabe bailar
el twist, tanto en digital como en papel. A día de hoy se
sigue vendiendo, y también se lee gracias al programa de préstamos
de Kindle Unlimited (K.U).
Desde entonces he
asistido a varios eventos literarios, he participado en
presentaciones conjuntas y en charlas sobre literatura, he firmado
junto a compañeros de antologías y he descubierto que, pese a mi
timidez y a mi miedo escénico, puedo hablar en público sin morirme
de la vergüenza (y sin que nadie me coma). Así que hace cuatro
años, con el manuscrito de Laudaner listo para ser
publicado, y con una editorial que se mostró interesada, me animé a
probar el otro camino. Hice mi primera presentación, que fue un
éxito, tuve la oportunidad de firmar en Barcelona durante un Sant
Jordi, cumplí mi sueño de ver mi libro en Gigamesh, hice mi segunda
presentación, que no fue un éxito, mi libro (sin mí esta vez)
estuvo presente en distintas ferias, incluso en la librería más
grande de la ciudad en la que vivo. Puesto que trabajaba en un
restaurante y era muy querida por los clientes que lo frecuentaban,
vendí y firmé muchos ejemplares en mi lugar de trabajo. Con decirte
que en tres días ya había agotado la primera impresión, que fue
de cien ejemplares. Dirías que fue un éxito, ¿verdad? Supongo
que lo fue. Pero no lo sentí como tal. Sí es cierto que varias
personas vinieron a decirme que lo habían leído y que les había
maravillado, lo cual fue un subidón de entusiasmo, pero me
faltaron las opiniones de extraños a través de Amazon, de
Goodreads o en forma de reseñas en blogs. Por no mencionar que el
nefasto Covid me alejó de mi lugar de trabajo y me impidió seguir
vendiendo ejemplares, así como volver a Barcelona en Sant Jordi o
estar presente en la Feria del Libro de Madrid, que ese año no se
celebraron. Laudaner es un libro maravilloso que
merecía volar alto, y sin embargo su vuelo se vio abortado nada
más despegar. Como comprenderás, el Entusiasmo desapareció junto
con la Esperanza que empezaba a renacer. Mis emociones volvieron a
desequilibrarse. Me planteé rendirme una vez más. Una vez más, no
pude. Rendirse no es una opción.
Desde que Covid apareció
para poner patas arriba nuestro mundo, he tenido mucho tiempo para
pensar en muchas cosas. No ha sido la primera vez que he sufrido un
bajón anímico o una crisis de fe, pero sí la única en la que me
he visto tocando fondo. Desde que volví, digamos, a la vida después
de dejar atrás lo que llamo los Años Oscuros (y si has leído
Laudaner sabrás a qué me refiero) he estado manteniendo una
batalla interior contra la Oscuridad (no esa que llega con el ocaso,
sino la que constriñe el alma y la deja vacía), luchando contra un
bloqueo que no era literario aunque me impedía escribir como en los
viejos tiempos, y buscando la Esperanza, el Entusiasmo y el
Equilibrio perdidos. Cuando sentí que ya no podía seguir
adelante, el Universo me tendió la mano. No me trajo algo
fantástico, sino que me envió una dolencia que me tuvo un año
entero de baja. Y eso fue bueno, porque me hizo comprender lo que la
aparición de Covid me había empezado a mostrar. Sabía lo que
quería de la vida, pero no sabía cómo podría conseguirlo, pues
todavía me hallaba llena de miedo: a lo desconocido, a lo
incierto, a mi propio potencial. He sufrido tanto rechazo
por parte de las personas con las que trabajaba, me he sentido tan
pequeñita, tan despreciada por ser «diferente», tan sola, que no
tenía ni ganas de seguir viviendo, pero tampoco me atrevía a salir
de mi zona de confort y empezar de nuevo en otra parte. Un año lejos
del ambiente tóxico en el que me estaba asfixiando logró que
desapareciera la ansiedad, y me ayudó a tomar la decisión: prefería
no tener nada material (me refiero a la seguridad que da un sueldo) a
no tener nada dentro (me refiero a Esperanza, a ganas de vivir, a
ilusión, a deseo). Cerrar ciclos siempre es difícil, abandonar la
zona de confort siempre es difícil, pedir ayuda (ayuda profesional)
siempre es difícil. Pero es necesario para Evolucionar.
Soy la niña de la E.
Hasta me he tatuado esa letra porque representa lo que soy y lo que
quiero conseguir. Soy Escritora, y deseo tener Éxito en la vida,
también en la literatura.
Y eso nos lleva a la
elección entre publicar con editorial o volver a ser una autora
indie.
En 2012, en medio de esa
batalla interna que te he mencionado, empecé a escribir una
historia. Al principio no iba a ser otra cosa que un relato de terror
con el que pretendía calentar motores y pasar un rato divertido,
pero enseguida se convirtió en una especie de papelera en la que
arrojar lastre emocional. Era tanto lo que debía sacarme de dentro
que tardé tres años en terminar de escribir esa novela. La titulé
Voy a ser leyenda, como este blog, en parte porque era
una especie de homenaje a la novela de Matheson, y en parte como una
declaración de intenciones. Cuando hablé de ella contigo, la llamé
Zeta. Todo el mundo pensó que se trataba de una novela de
zombis. Y, bueno, sí es una novela de zombis, pero no lo es. O
debería decir que no es una novela de zombis típica. Es una
historia que habla de monstruos. Los zombis son una metáfora,
podría haberse tratado de cualquier otro monstruo, pero no olvidemos
que Zeta era mi cubo de la basura emocional y que yo misma
había estado deambulando por la vida como un zombi desde el comienzo
de los Años Oscuros. El caso es que no podía publicarla mientras
siguiera dentro de ese ciclo que me estaba consumiendo. Porque
hacerlo significaría tener que abandonar a la fuerza la zona
de confort, y no estaba preparada. Sin embargo, debía cerrar el
ciclo, y para ello necesitaba que Zeta saliera a la luz. He cambiado
de trabajo y he dejado marchar muchas cosas, y a muchas personas,
para poder empezar de nuevo sin más miedo, sin más desesperanza. Ya
es el momento de liberar a Zeta y ser la E que estoy destinada a ser.
La pregunta era
¿autopublicación o editorial? Si hubiera elegido lo segundo, habría
sido fácil. Tenía dos editoras maravillosas que me trataron muy
bien y que habrían apostado por mi Zeta sin dudar. Pero después de
haber sido testigo del vuelo frustrado de mi dragón, ¿quería
volver a intentarlo con otro libro? ¿Después de Covid, y sabiendo
que aún está por ahí mutando y acechando, me atrevería a (ahora
que dispongo del tiempo que no tenía en el otro trabajo) asistir a
eventos, a presentaciones, a ferias? Después de mis dos experiencias
hablando en público de mi trabajo, ¿tenía ganas de volver a
repetir? Tenía la espinita del vuelo fracasado de Laudaner,
estaba triste y enfurruñada porque sentía que mi dragón merecía
volar alto, quería darle otra oportunidad, esta vez en
Amazon. ¿No haría lo mismo con mi nueva novela?
Te voy a decir una cosa.
Cuando publicas con una editorial pequeña que apenas tiene
distribución, siendo un autor prácticamente desconocido, las ventas
que se consiguen a través del carrito son muy pocas; la genial So
Blonde habla a veces de las «ventas de proximidad», refiriéndose
al trabajo que debemos hacer los autores en nuestro círculo
(trabajo, amigos, familiares) o asistiendo a ferias y eventos. Cuando
tu novela está en Amazon, que es el mayor escaparate virtual que
existe, llegas mucho más lejos que cuando tu libro apenas se ve en
una estantería o en un stand abarrotado, aunque en ese escaparate
haya cientos de miles de libros. Cada valoración positiva es como un
foco que ilumina tu libro brevemente, haciéndolo destacar entre esos
cientos de miles. Cada ejemplar vendido es un escalón (pequeñito,
pero escalón al fin y al cabo) que te ayuda a subir para ser un poco
más visible. Y eso sin mencionar que las regalías que obtienes con
una editorial son del 10%, mientras que en Amazon, dependiendo del
precio que le pongas a tu libro, pueden ser del 30% o del 70%. Que no
es que hagamos esto para vivir de ello, al menos no los autores que,
como yo, publicamos un libro cada seis años, o cada tres; pero, qué
demonios, si te van a pagar seis euros en lugar de uno, no vas a
decir que no.
Pero más que lo que me
paguen por cada ejemplar vendido, lo que quiero es que el libro se
venda. Porque si no se vende, no se lee. Y a mí lo que me
interesa es que se lea, se disfrute y se me valore. No voy a negarlo:
quiero el reconocimiento por un trabajo bien hecho. Quiero
valoraciones positivas y comentarios y reseñas que digan que Bea
Magaña es buena, que la prosa de Bea Magaña es adictiva, cojonuda,
impactante, que las historias de Bea Magaña te estremecen y te
llegan al corazón. Eso no me lo van a decir las personas que han
comprado mi libro «porque es mío», porque me aprecian por cómo
los trato cuando van a mi trabajo. No quiero que mis libros se
conviertan en recuerdos bonitos pero no utilizados en una estantería,
quiero que se lean, que se disfruten, que cumplan con su objetivo,
que es el de fascinar, emocionar u horrorizar al lector, llegar al
corazón del lector. Y para eso necesitan llegar lejos. Por eso me he
decantado por la autopublicación de nuevo.
Y mientras espero a que
Amazon me dé el OK y Voy a ser leyenda. Fase Uno: La noche del
cometa salga a la venta en ese inmenso escaparate, estoy
finiquitando la maquetación de Laudaner, que lo acompañará,
y también estoy trabajando (no yo, yo corrijo, no sé maquetar) en
El chico perfecto no sabe bailar el twist, porque quiero que
se diga que Bea Magaña escribe de puta madre, pero también
que se toma en serio su trabajo y que da gusto leer sus libros
porque los cuida al detalle. Que ya sabes lo que digo a menudo:
que gracias a Amazon cualquiera puede publicar su libro. Y eso es
bueno, porque da la oportunidad a muchos buenos autores, pero también
es terrible cuando ves que hay muchos otros que, en su afán por
publicar a toda costa, no cuidan la forma ni el aspecto. Que
no me extraña que mucha gente opine que en Amazon sólo publican los
mediocres que no encuentran editorial. Pero, mira lo que te digo,
encontrar editorial no es tan difícil. Lo difícil es escribir
una buena historia y escribirla correctamente. Gracias a mi
suscripción a K.U he descubierto joyitas que me han tocado el
corazón. Me gustaría que el mundo descubriera mis propias joyitas.
Así que en breve te daré
noticias. Sobre Zeta, sobre mi dragón y sobre la Gata y su chico
perfecto. Hoy quería explicarte por qué he decidido volver a la
autopublicación, y por qué he recuperado los derechos de Laudaner.
También aprovecho este post para dar las gracias a Lupe y a Marga,
las editoras de Maluma, que se han portado estupendamente conmigo. Si
he decidido volar por mi cuenta no ha sido porque haya tenido ningún
problema o mal rollo con ellas, todo lo contrario. Lo he hecho porque
he recuperado la Esperanza, el Entusiasmo y el Equilibrio que había
perdido, porque por fin he salido de mi zona de confort y he cerrado
un ciclo de mierda, y porque ya no tengo miedo a desplegar las alas y
volar. Porque por fin Amo y Creo. Amo lo que hago y creo en mí
misma. Y, aunque me cueste años, voy a Hacer Que Suceda: Voy a
ser Leyenda.