miércoles, 13 de julio de 2022

¿Autopublicación o Editorial?

¿Por qué elegiríamos una u otra? No sé el resto (o sí, pero los motivos de cada uno son distintos), pero yo sé por qué elegí la autopublicación hace nueve años. No conocía cómo funcionaba el mundo editorial, pero sabía que uno de los requisitos para publicar con editorial era presentar el libro; eso significaba hablar de mi trabajo delante de un puñado de personas. Era (soy) una persona muy tímida y no me sentía preparada para hacer mi primera presentación. A través de mi blog Historias de Thèramon había conocido a otros autores, y muchos de ellos estaba publicando sus novelas en Amazon. Recibí consejos y ayuda para lanzarme, y lo hice. La experiencia fue satisfactoria. El primer día mi novela se coló dentro del Top 100, recibió muchos comentarios positivos (qué digo, ¡fantásticos!) y muchas estrellitas, y también un puñado de reseñas en blogs. Ese primer año, sin apenas hacer publicidad, se vendieron casi trescientos ejemplares de El chico perfecto no sabe bailar el twist, tanto en digital como en papel. A día de hoy se sigue vendiendo, y también se lee gracias al programa de préstamos de Kindle Unlimited (K.U).

Desde entonces he asistido a varios eventos literarios, he participado en presentaciones conjuntas y en charlas sobre literatura, he firmado junto a compañeros de antologías y he descubierto que, pese a mi timidez y a mi miedo escénico, puedo hablar en público sin morirme de la vergüenza (y sin que nadie me coma). Así que hace cuatro años, con el manuscrito de Laudaner listo para ser publicado, y con una editorial que se mostró interesada, me animé a probar el otro camino. Hice mi primera presentación, que fue un éxito, tuve la oportunidad de firmar en Barcelona durante un Sant Jordi, cumplí mi sueño de ver mi libro en Gigamesh, hice mi segunda presentación, que no fue un éxito, mi libro (sin mí esta vez) estuvo presente en distintas ferias, incluso en la librería más grande de la ciudad en la que vivo. Puesto que trabajaba en un restaurante y era muy querida por los clientes que lo frecuentaban, vendí y firmé muchos ejemplares en mi lugar de trabajo. Con decirte que en tres días ya había agotado la primera impresión, que fue de cien ejemplares. Dirías que fue un éxito, ¿verdad? Supongo que lo fue. Pero no lo sentí como tal. Sí es cierto que varias personas vinieron a decirme que lo habían leído y que les había maravillado, lo cual fue un subidón de entusiasmo, pero me faltaron las opiniones de extraños a través de Amazon, de Goodreads o en forma de reseñas en blogs. Por no mencionar que el nefasto Covid me alejó de mi lugar de trabajo y me impidió seguir vendiendo ejemplares, así como volver a Barcelona en Sant Jordi o estar presente en la Feria del Libro de Madrid, que ese año no se celebraron. Laudaner es un libro maravilloso que merecía volar alto, y sin embargo su vuelo se vio abortado nada más despegar. Como comprenderás, el Entusiasmo desapareció junto con la Esperanza que empezaba a renacer. Mis emociones volvieron a desequilibrarse. Me planteé rendirme una vez más. Una vez más, no pude. Rendirse no es una opción.

Desde que Covid apareció para poner patas arriba nuestro mundo, he tenido mucho tiempo para pensar en muchas cosas. No ha sido la primera vez que he sufrido un bajón anímico o una crisis de fe, pero sí la única en la que me he visto tocando fondo. Desde que volví, digamos, a la vida después de dejar atrás lo que llamo los Años Oscuros (y si has leído Laudaner sabrás a qué me refiero) he estado manteniendo una batalla interior contra la Oscuridad (no esa que llega con el ocaso, sino la que constriñe el alma y la deja vacía), luchando contra un bloqueo que no era literario aunque me impedía escribir como en los viejos tiempos, y buscando la Esperanza, el Entusiasmo y el Equilibrio perdidos. Cuando sentí que ya no podía seguir adelante, el Universo me tendió la mano. No me trajo algo fantástico, sino que me envió una dolencia que me tuvo un año entero de baja. Y eso fue bueno, porque me hizo comprender lo que la aparición de Covid me había empezado a mostrar. Sabía lo que quería de la vida, pero no sabía cómo podría conseguirlo, pues todavía me hallaba llena de miedo: a lo desconocido, a lo incierto, a mi propio potencial. He sufrido tanto rechazo por parte de las personas con las que trabajaba, me he sentido tan pequeñita, tan despreciada por ser «diferente», tan sola, que no tenía ni ganas de seguir viviendo, pero tampoco me atrevía a salir de mi zona de confort y empezar de nuevo en otra parte. Un año lejos del ambiente tóxico en el que me estaba asfixiando logró que desapareciera la ansiedad, y me ayudó a tomar la decisión: prefería no tener nada material (me refiero a la seguridad que da un sueldo) a no tener nada dentro (me refiero a Esperanza, a ganas de vivir, a ilusión, a deseo). Cerrar ciclos siempre es difícil, abandonar la zona de confort siempre es difícil, pedir ayuda (ayuda profesional) siempre es difícil. Pero es necesario para Evolucionar.



Soy la niña de la E. Hasta me he tatuado esa letra porque representa lo que soy y lo que quiero conseguir. Soy Escritora, y deseo tener Éxito en la vida, también en la literatura.

Y eso nos lleva a la elección entre publicar con editorial o volver a ser una autora indie.

En 2012, en medio de esa batalla interna que te he mencionado, empecé a escribir una historia. Al principio no iba a ser otra cosa que un relato de terror con el que pretendía calentar motores y pasar un rato divertido, pero enseguida se convirtió en una especie de papelera en la que arrojar lastre emocional. Era tanto lo que debía sacarme de dentro que tardé tres años en terminar de escribir esa novela. La titulé Voy a ser leyenda, como este blog, en parte porque era una especie de homenaje a la novela de Matheson, y en parte como una declaración de intenciones. Cuando hablé de ella contigo, la llamé Zeta. Todo el mundo pensó que se trataba de una novela de zombis. Y, bueno, sí es una novela de zombis, pero no lo es. O debería decir que no es una novela de zombis típica. Es una historia que habla de monstruos. Los zombis son una metáfora, podría haberse tratado de cualquier otro monstruo, pero no olvidemos que Zeta era mi cubo de la basura emocional y que yo misma había estado deambulando por la vida como un zombi desde el comienzo de los Años Oscuros. El caso es que no podía publicarla mientras siguiera dentro de ese ciclo que me estaba consumiendo. Porque hacerlo significaría tener que abandonar a la fuerza la zona de confort, y no estaba preparada. Sin embargo, debía cerrar el ciclo, y para ello necesitaba que Zeta saliera a la luz. He cambiado de trabajo y he dejado marchar muchas cosas, y a muchas personas, para poder empezar de nuevo sin más miedo, sin más desesperanza. Ya es el momento de liberar a Zeta y ser la E que estoy destinada a ser.

La pregunta era ¿autopublicación o editorial? Si hubiera elegido lo segundo, habría sido fácil. Tenía dos editoras maravillosas que me trataron muy bien y que habrían apostado por mi Zeta sin dudar. Pero después de haber sido testigo del vuelo frustrado de mi dragón, ¿quería volver a intentarlo con otro libro? ¿Después de Covid, y sabiendo que aún está por ahí mutando y acechando, me atrevería a (ahora que dispongo del tiempo que no tenía en el otro trabajo) asistir a eventos, a presentaciones, a ferias? Después de mis dos experiencias hablando en público de mi trabajo, ¿tenía ganas de volver a repetir? Tenía la espinita del vuelo fracasado de Laudaner, estaba triste y enfurruñada porque sentía que mi dragón merecía volar alto, quería darle otra oportunidad, esta vez en Amazon. ¿No haría lo mismo con mi nueva novela?

Te voy a decir una cosa. Cuando publicas con una editorial pequeña que apenas tiene distribución, siendo un autor prácticamente desconocido, las ventas que se consiguen a través del carrito son muy pocas; la genial So Blonde habla a veces de las «ventas de proximidad», refiriéndose al trabajo que debemos hacer los autores en nuestro círculo (trabajo, amigos, familiares) o asistiendo a ferias y eventos. Cuando tu novela está en Amazon, que es el mayor escaparate virtual que existe, llegas mucho más lejos que cuando tu libro apenas se ve en una estantería o en un stand abarrotado, aunque en ese escaparate haya cientos de miles de libros. Cada valoración positiva es como un foco que ilumina tu libro brevemente, haciéndolo destacar entre esos cientos de miles. Cada ejemplar vendido es un escalón (pequeñito, pero escalón al fin y al cabo) que te ayuda a subir para ser un poco más visible. Y eso sin mencionar que las regalías que obtienes con una editorial son del 10%, mientras que en Amazon, dependiendo del precio que le pongas a tu libro, pueden ser del 30% o del 70%. Que no es que hagamos esto para vivir de ello, al menos no los autores que, como yo, publicamos un libro cada seis años, o cada tres; pero, qué demonios, si te van a pagar seis euros en lugar de uno, no vas a decir que no.

Pero más que lo que me paguen por cada ejemplar vendido, lo que quiero es que el libro se venda. Porque si no se vende, no se lee. Y a mí lo que me interesa es que se lea, se disfrute y se me valore. No voy a negarlo: quiero el reconocimiento por un trabajo bien hecho. Quiero valoraciones positivas y comentarios y reseñas que digan que Bea Magaña es buena, que la prosa de Bea Magaña es adictiva, cojonuda, impactante, que las historias de Bea Magaña te estremecen y te llegan al corazón. Eso no me lo van a decir las personas que han comprado mi libro «porque es mío», porque me aprecian por cómo los trato cuando van a mi trabajo. No quiero que mis libros se conviertan en recuerdos bonitos pero no utilizados en una estantería, quiero que se lean, que se disfruten, que cumplan con su objetivo, que es el de fascinar, emocionar u horrorizar al lector, llegar al corazón del lector. Y para eso necesitan llegar lejos. Por eso me he decantado por la autopublicación de nuevo.

Y mientras espero a que Amazon me dé el OK y Voy a ser leyenda. Fase Uno: La noche del cometa salga a la venta en ese inmenso escaparate, estoy finiquitando la maquetación de Laudaner, que lo acompañará, y también estoy trabajando (no yo, yo corrijo, no sé maquetar) en El chico perfecto no sabe bailar el twist, porque quiero que se diga que Bea Magaña escribe de puta madre, pero también que se toma en serio su trabajo y que da gusto leer sus libros porque los cuida al detalle. Que ya sabes lo que digo a menudo: que gracias a Amazon cualquiera puede publicar su libro. Y eso es bueno, porque da la oportunidad a muchos buenos autores, pero también es terrible cuando ves que hay muchos otros que, en su afán por publicar a toda costa, no cuidan la forma ni el aspecto. Que no me extraña que mucha gente opine que en Amazon sólo publican los mediocres que no encuentran editorial. Pero, mira lo que te digo, encontrar editorial no es tan difícil. Lo difícil es escribir una buena historia y escribirla correctamente. Gracias a mi suscripción a K.U he descubierto joyitas que me han tocado el corazón. Me gustaría que el mundo descubriera mis propias joyitas.

Así que en breve te daré noticias. Sobre Zeta, sobre mi dragón y sobre la Gata y su chico perfecto. Hoy quería explicarte por qué he decidido volver a la autopublicación, y por qué he recuperado los derechos de Laudaner. También aprovecho este post para dar las gracias a Lupe y a Marga, las editoras de Maluma, que se han portado estupendamente conmigo. Si he decidido volar por mi cuenta no ha sido porque haya tenido ningún problema o mal rollo con ellas, todo lo contrario. Lo he hecho porque he recuperado la Esperanza, el Entusiasmo y el Equilibrio que había perdido, porque por fin he salido de mi zona de confort y he cerrado un ciclo de mierda, y porque ya no tengo miedo a desplegar las alas y volar. Porque por fin Amo y Creo. Amo lo que hago y creo en mí misma. Y, aunque me cueste años, voy a Hacer Que Suceda: Voy a ser Leyenda.

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