Hace mucho, mucho tiempo,
antes de que el mundo se moviera, como diría Rolando de Gilead, los
niños mirábamos los mapas del cielo y contábamos nueve planetas.
En España hablábamos un idioma que se llamaba castellano.
Contábamos nuestros ahorros en pesetas, y sabíamos que con una
peseta no ibas a ningún lado, pero con un millón podías comprarte
un coche. Decíamos: hola, amigos, y nadie se sentía
sexualmente discriminado. Y en el colegio nos enseñaban que algunas
palabras átonas se acentuaban dependiendo del significado que
tuvieran, para distinguirlas de la misma palabra inacentuada, que
significaba otra cosa.
Esto ocurrió en una
época muy antigua, más o menos cuando los dinosaurios caminaban por
la Tierra y a las personas que no seguían las normas establecidas
por aquéllos que mandaban las quemaban en hogueras acusadas de
brujería. O ésa es la sensación que me da, que ha pasado muchísimo
tiempo, porque la evolución no es cosa de un día, y por aquí todo
parece haber evolucionado muchísimo. Tanto, que no sé si me he
pasado los últimos cien años durmiendo o si estoy viviendo en el
mundo distópico que Orwell recreó en su novela 1984.
Resulta que en la época
actual los planetas de nuestro sistema solar son ocho, el idioma que
se habla en España se llama español, nuestra moneda se llama euro y
ya nadie puede presumir de escribir con total corrección porque lo
que hasta hace nada era correcto hoy es todo lo contrario. Y da igual
si lo que quieres decir es que no tienes compañía o que tal cosa es
lo único que puedes hacer, has de utilizar la misma palabra para
decir dos cosas diferentes.
Entiendo que la evolución
es necesaria. Y creo que toda evolución requiere su tiempo. Soy una
persona que se siente cómoda con lo que conoce y que no asume los
cambios con facilidad. Soy de las que piensan que si algo funciona no
hay motivos para cambiarlo. Pero los que mandan siempre tienen que
estar cambiando las cosas, y al ciudadano de a pie no le toca otra
que acatar y renovarse o convertirse en un paria.
Bien, pues acepto ciertos
cambios, porque no me queda más remedio, y ahora pago con euros,
aunque si pienso en cifras muy elevadas (como, por ejemplo, el precio
de un piso) sigo contando en pesetas. Sé que no soy la única. Y
digo que sí, que vale, que sólo hay ocho planetas, aunque nadie me
va a hacer olvidarme de Plutón, me da igual a qué categoría lo
hayan relegado. Y ya no utilizo los prefijos (auto, súper, semi,
anti, ex...) unidos al nombre con un guión, sino que escribo
palabras muy largas que empiezan con lo que antes era un prefijo y no
uso los guiones a menos que esté escribiendo diálogos (y hablo de
los guiones largos o rayas (—), que los de toda la vida (-) no
valen, algo que no he sabido hasta que no he empezado a escribir al
ordenador, porque a mano no tienes en cuenta el tamaño y porque en
la máquina de escribir no había guiones de varios tipos); y uso las
comillas españolas (« ») o la cursiva en lugar de las comillas de
toda la vida (“ ”). Porque hay cambios que no matan, y a los que
no me cuesta habituarme, dado que ahora utilizo un teclado en lugar
de un bolígrafo.
Aunque sigo diciendo i
griega en lugar de ye; y sigo pensando que castellano es lo que se
habla en España y español lo que se habla en Sudamérica; y escribo
whisky, tal como lo he visto escrito desde que era pequeña (cuando
mi abuelo trabajaba en la fábrica del DYC) y como lo sigo leyendo en
las etiquetas de las botellas, sí, las del whisky español por
excelencia. Y sigo acentuando la palabra guión, porque así es como
la pronuncio, y como tengo por costumbre. Porque hay costumbres que
no pueden desaparecer de la noche a la mañana, por mucho que los que
mandan se empeñen en modificar nuestros hábitos y nuestro instinto.
Es como ser zurdo y que
te aten la mano izquierda a la espalda para que escribas con la
diestra, como todo el mundo. Lo harás en clase, lo harás
delante de la gente, pero cuando estés en casa, a solas, escribirás
con la izquierda, porque tu cerebro dará esa orden sin contar
contigo ni con los que mandan.
El protagonista de 1984
era una especie de funcionario que tenía un trabajo rutinario y
tedioso. E inquietante, o así me lo pareció cuando leí el libro.
Se dedicaba a reescribir la Historia, según le ordenaban, según les
interesaba a los que mandaban. Así, la guerra que había mantenido
su país con un país vecino durante años desaparecía de los libros
de Historia y de los periódicos, porque en un momento dado no
convenía que se recordara esa guerra, y se inventaba una guerra con
otro país, y se incluía en los archivos, hubiera o no tenido lugar
esa nueva guerra.
Cuando pienso en Plutón,
me imagino que hay un tipo reescribiendo esa parte de la Historia de
nuestro sistema solar. Pero ¿cuántos hay como yo, que siguen
recordando al pequeño y lejano planeta? Si te piden que enumeres los
planetas, así, en frío, sin pensar, ¿dirás los nombres de ocho
planetas, o se te colará el de Plutón antes de darte cuenta de que,
sin que aciertes a comprender el motivo, los que mandan lo han sacado
de la lista?
Olvidar lo que tenemos
bien grabado en el cerebro no es sencillo. La evolución no se
consigue en un par de años.
Como te he dicho varias
veces, yo escribo de forma casi automática. Las palabras se escriben
solas, y se escriben como me enseñaron de pequeña, con sus acentos,
aunque ahora los que mandan digan que ya no se han de poner. Creo que
acabarán quemándome en la hoguera, por rebelde y por no acatar las
nuevas normas. Pero es que esas normas todavía no han llegado a la
mayoría, y muchos no saben si son reglas de verdad o sólo
recomendaciones, creo que estamos todos un poco perdidos, claro, no
tenemos un chip en el cerebro que actualice la información
automáticamente, ni un aparatito que nos avise de cuándo la Rae
hace un cambio, algunos nos enteramos por la prensa, por las redes
sociales o porque de pronto leemos una novela recién publicada y
notamos que está «llena de errores».
Y luego viene alguien y
te dice que no, que la que lo está haciendo mal eres tú, y que no
puedes criticar a otros escritores por no ser más cuidadosos con sus
textos si tú eres la primera que va poniendo faltas de acentuación
en tu blog. ¡Caramba!
Como te he dicho en más
de una ocasión, le doy mucha importancia a escribir correctamente. Y
como puedes ver en este texto, soy la primera que «comete faltas»,
¿o no te has dado cuenta de que acentúo ciertas palabras que tú ya
no acentúas? Ahora te digo que corrijo novelas de otros y seguro que
te me lanzas a la yugular, ¡pues valiente correctora estás hecha,
si eres incapaz de adaptarte a las nuevas normas impuestas por la
Rae! Y te diré que sí, que tienes tus razones para criticarme. Y yo
las mías para seguir haciendo las cosas como siempre las he hecho.
La costumbre, amigo, la costumbre...
Te diré que, cuando
corrijo las obras de otros, me adapto a lo que ellos han decidido;
que no acentúan sólo y los pronombres, pues elimino todos los
acentos que se les hayan escapado. Que sí los acentúan, pues pongo
acentos donde faltan. Que a la hora de publicar su novela cada uno
verá lo que hace la editorial con sus acentos. Por mi parte, en mis
textos seguirás viéndolos. No lo hago por rebeldía, sino por
costumbre. Critícame si quieres; mientras se permita esa práctica,
si bien se recomiende escribir la frase de modo que no haya lugar a
confusiones, yo seguiré escribiendo como he hecho toda la vida. Soy
demasiado vieja para cambiar mis hábitos.
Si mañana una editorial
decide apostar por una de mis obras, y el corrector de la editorial
elimina los acentos que yo no he sido capaz de no poner, lo aceptaré
sin protestar. Y dentro de unos años, quién sabe, puede que al fin
la evolución me haya alcanzado y escriba como ordenan los que
mandan. Pero la evolución no es cosa de un día. Supongo que eso lo
entiendes. Quizás a ti también te sucede.
Quiero ser ejemplo de mis
palabras. Insisto en que escribamos correctamente, en que aprendamos
a puntuar, en que utilicemos bien este idioma tan rico que tenemos.
Pero tampoco se trata de ponerse excesivamente tiquismiquis. Si
escribes ballet, parquet, ticket, whisky, footing o parking, porque
eres incapaz de leer balé, parqué, tique, güisqui, fútin o
parquin sin que te entre la risa tonta o se te pongan los pelos de
punta de puro espanto, ¿por qué poner el grito en el cielo si ves
sólo, ése, ésta o aquéllos en un texto? Es mucho peor ver una
coma detrás de un sujeto, cuatro puntos suspensivos en lugar de
tres, expresiones como enjuagarse las lágrimas, errores como
sobretodo (por sobre todo),
sin fin (por sinfín),
a penas (por apenas), enmedio (por en medio), sinó (por si
no), tí (¡uf!), o la misma palabra repetida varias veces en un
párrafo, evidenciando un importante desconocimiento de nuestro
vocabulario y de la gran gama de sinónimos que nos ofrece nuestro
idioma.
Hay cosas que son de
manual; otras, que vamos aprendiendo con la práctica y la lectura; y
otras, las menos importantes pero de las que más se habla
últimamente, quizás porque son normas nuevas y hay que darles
difusión y crear polémica, que todos adaptaremos a nuestra base de
datos cerebral y que corregiremos con el tiempo (o cuando los que
mandan decidan que no es sólo una recomendación, sino una verdadera
norma).
Estoy muy agradecida a
Raúl por su mensaje privado, por su crítica y por la conversación
que mantuvimos ayer y lo que ésta me ha hecho reflexionar. No suelo
recibir críticas, pero cuando alguien me señala un error le doy las
gracias. Un apunte como el suyo me ayuda a corregir un error cometido
por despiste, si bien no tiene el poder de formatearme el cerebro y
hacerme olvidar cuarenta años de aprendizaje como si el tipo de 1984
los hubiera borrado de los archivos. Plutón ya no forma parte de la
élite planetaria, pero no ha dejado de existir en el espacio, ni en
nuestra memoria. No me lapides por ser incapaz de abandonar ciertos
hábitos de la noche a la mañana.
Uis, ¡qué va! Yo no te lapido. A mí también me ha costado acostumbrarme a esas nuevas normas y aún sigo escribiendo algunas cosas como antaño.
ResponderEliminar:)
¡Jolines, qué rápido has sido! (jajaja)
ResponderEliminarEspero que sigamos esa conversación, me hiciste reflexionar sobre muchas cosas, y de nuevo te doy las gracias.
8)
Yo aún no me acostumbró a los nuevos cambios de la RAE además que hay poca difusión y seguro que aún hay cambios que ni los conozco. Tengo que aprenderlos que seguro que en mis relatos estoy cometiendo errores que desconozco que lo son. A todos nos cuesta adaptarnos a los cambios, es difícil cuando estamos acostumbrados a algo. Creo que es innerente al ser humano. Saludos compañera de mundos.
ResponderEliminarGran reflexión sobre los dogmas y la costumbre. Aun así me queda una duda (estupida): ¿de verdad que no se escribe "enmedio"? Llevo toda una vida escribiendolo asi y como bien te imaginas me fastidiaría sobremanera tener que rectificar.
ResponderEliminarYo me reconozco un poco bastante zoquete con la acentuación. Es una cuestión de pereza, supongo. Muchas veces sé perfectamente donde van pero me cuesta taaaanto usar el dedo meñique de la mano derecha para darle a la tecla... Aunque para mi juicio es lo menos malo que se ve por ahi. Hay cada patada al diccionario que cuando las ves notas perfectamente como te sale una nueva cana y te entran unas ansias homicidas de sacarte los ojos para no volver a enfrentarte con semejantes aberraciones gramaticales.
Yo jamás me pienso acostumbrar a las tonterías de la RAE...a mí me perdieron cuando dijeron que se eliminaba la grafía ps (sicólogo...¿en serio?) y llamaban ye a la i griega. Evidentemente hay cambios necesarios, pero estos cambios lo único que hacen es convertir el castellano en una lengua cada vez más simple, una lengua para tontos porque hemos eliminado las duplicidades para que resulte más fácil de entender. Y luego, que es casi peor, la complican añadiendo palabros (porque otro nombre no tienen) para eliminar los anglicismos a los que todo el mundo está habituado y, creo, son los que menos problemas causan (güisqui????? fútin???). Está claro que a alguien se le ha ido la cabeza en esa academia.
ResponderEliminarEn fin, yo no lo entiendo y me parece que lo único que consiguen es complicar la vida de los que si teníamos la gramática más o menos aprendida. Yo soy de las que olvidan acentos (sé que se acentúan, pero con la prisa suelo dejármelos en el camino) y alguien me avisa de un fallo en mi escritura, primero me pondré roja como un tomate, luego maldeciré mis descuidos y después corregiré la barbaridad que haya podido poner. Pero si alguien me dice que he escrito mal psicólogo y que le sobra la p...me le lanzo a la yugular, hombre.
Muy buen post, Bea, y muy buena reflexión. Adáptate a lo que puedas, pero no creas que te tienes que adaptar a todo. La lengua es del hablante, de todos los hablantes, no de unos pocos que dictan normas, esos están para asegurar la pervivencia de la lengua y defenderla de intrusismos, pero a veces se les va la mano.
Cuanta razón Bea!
ResponderEliminarMe voy a convertir en una acosadora, Bea. Te sigo por todos lados, pero es que me encantan tus entradas!!! Sobre la de hoy tengo mis motivos y no opinar. Entiendo que es un tema sensible, así que notaré solamente el estilo de la narración y puedo decir que me divertí un rato.
ResponderEliminarHay gente que con el corrector del Word va haciendo sus pinitos. Pero si éste, en una de sus actualizaciones acepta "asín" porque aparece en el nuevo listado como vulgarismo, será para morirse un rato.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo en todo lo que has escrito sobrina, aunque yo por vagancia, solo acentuo las palabras acabadas en on ( el dedito meñique, funciona cuando quiere) y digan lo que digan para mi siempre habra 9 planetas , porque ademas, el planeta que han quitado es regente y no le permito a nadie que me lo quite. Un besazo
ResponderEliminarAy, se me ha olvidado poner un "mi" delante de regente , que despiste tengo por dios , porque eso que usa la gente de XD no me gusta nada, pero nada de nada
ResponderEliminarJo, ya empezamos que no me deja escribir , me cachis en la mar salada, despues de toda una parrafada, no me la ha publicado, se me olvido poner un "mi" delante de regente y sin ese mi la frase no tiene sentido, que despiste tiene tu tia
ResponderEliminarYo sí soy rebelde y no creo en el "menos es más". Sigo pensando que es más sensato poner la tilde a "sólo" que estar pensando si es un caso de ambigüedad. Por ejemplo.
ResponderEliminarVarias cosas. En primer lugar, no es el rebelde el que se "apoltrona" en sus "costumbres" (no me dispares aún, Bea, déjame vivir un poco más), en realidad eso es un reaccionario, y si me apuras, retrógrado. En segundo lugar, y mira que me irrita esto, la palabra solo NO SE ACENTUABA tampoco antes, salvo en casos muy, muy, muy, muy (¿he dicho ya "muy"?) concretos. Estoy cansada de oír eso de que "solo" se acentuaba cuando era adverbio ¡FALSO!, únicamente se acentuaba en caso de que pudiera dar lugar a error (o sea, casi nunca). Sin embargo, esa norma tan compleja daba lugar a que todo el mundo pusiese la tilde siempre que era adverbio, lo cual era un error. Las normas deben ser minimalistas, buscar el menor esfuerzo para una mayor corrección. Eso siempre que la lengua esté viva. Los que os negáis a aceptar que las lenguas cambien os negáis a aceptar que están vivas y para eso ya tenéis el latín, ese no cambia, te lo aseguro. Y por último: si un planeta es una avestruz con dos patas, pero como ahora tengo un telescopio mucho más grande veo que, además, tiene los ojos azules, todas las avestruces con ojos marrones dejarán de ser planetas. Eso es el progreso, el avance científico y no una cuestión de "quiero quedarme como estoy". Y que conste que estoy sonriendo todo el rato. Besos.
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