miércoles, 26 de diciembre de 2018

Laudaner: sinopsis y portada completa



Hoy la cosa va de resumir, así que seré breve.

Si crees que no puedes hacer algo, no podrás. Así que cree en ti. Y, si con eso no es suficiente, confía en aquellos que sí creen en ti. Si son importantes para ti, no querrás defraudarles. Así que ama. Ama y cree. Y podrás hacer que suceda.

Sin más preámbulos, aquí te dejo la sinopsis de LAUDANER.

Conformado por una veintena de relatos, tres microrrelatos y una canción unidos por un hilo conductor, LAUDANER es la historia de un dragón que no se atrevía a volar, de un sueño que se volvió pesadilla, de un héroe que se enfrentó a la Oscuridad y perdió, de un narrador de historias que se quedó sin voz y de un mundo fantástico a medio crear que se negó a caer en el olvido.

Una mezcla de metaliteratura, fantasía y terror aderezada con algo de humor negro, pequeñas dosis de ciencia ficción, narrativa contemporánea y, sin ser exactamente romántica, mucho amor, que busca la originalidad tanto en la forma como en el contenido. Diferentes estilos que conforman un estilo propio y una prosa elegante y adictiva que pretende entretener al tiempo que deleitar.

Pero es mucho más que una recopilación de historias. Es la descripción del proceso creativo, el reto de superarse, la lucha contra el bloqueo que culmina con la evolución de una prosa reprimida durante años, el renacer del deseo, y la decisión de hacer que suceda.



*Nota de Bea:
Ayer, tras compartir la entrada en mi Facebook, la maravillosa Carolina Bensler, que es una ilustradora fantástica y para estas cosas tiene tan buen ojo como gusto, hizo un comentario muy poco halagador sobre el diseño de la colección. Y lo tengo que confesar, a mí esas franjas de color rosa y turquesa no me gustaban nada, porque la portada de Daniel Expósito es magnífica y esas rayas impedían admirarla como se debe. Pero, eh, no iba a ser yo quien criticara la línea editorial, y menos después de que Lupe, que es una editora muy profesional pero sobre todo una mujer de lo más comprensiva (en una palabra, una persona genial), aceptara mi petición (de niña testaruda con un trauma al ver su texto modificado) de conservar la cursiva que, por costumbre, ella había convertido en texto entrecomillado.

El caso es que Lupe respondió a la crítica de Carolina con un buen humor digno de ser aplaudido y, tras comentarlo con su socia, Marga, ambas decidieron empezar el año con un cambio tan drástico como (en mi modesta opinión) acertado. Así que he vuelto para cambiar la foto de la cubierta (dioses, ¡¡¡¡me encantaaaaa!!!!) y agradecer a Carolina su aportación y a mis dos editoras este regalo de cumpleaños adelantado tan maravilloso que me han hecho.

Me siento feliz, feliz, feliz!!!!

lunes, 17 de diciembre de 2018

La portada de Laudaner y del ilustrador que me eligió


Hace unas semanas te hablé de mi nueva aventura literaria. Te expliqué el origen de la palabra laudaner y su significado. Te dije que el libro, aunque no era una de las Historias de Thèramon que muchos esperan, está relacionado con mi mundo fantástico. Después vine a contarte cómo, antes incluso de decidir si lo publicaría de forma tradicional o lo subiría a Amazon como hice con mi primera novela, una editorial se interesó por el proyecto y me pidió el manuscrito. Tras anunciar la fecha de la presentación (23 de enero de 2019 en Lleida, en cuanto sepa el lugar y la hora te lo haré saber) solamente resta mostrarte la portada y hablarte un poco del argumento.

Pero antes de enseñarte la imagen que me tiene enamorada quiero contarte una historia preciosa que habla de generosidad, de compañerismo, de amistad y de agradecimiento. Porque soy una laudaner, y eso es lo que hago: narrar, recitar, cantar y contar historias.

Y porque el ilustrador que ha hecho la portada merece tanto como la editorial que le dedique una entrada.

Le conocí en 2013, durante mi visita a la Expocon de Zaragoza, aunque creo recordar que en aquella ocasión no llegamos a hablar. En aquella época yo todavía era esa chica extremadamente tímida que no se atrevía a saludar a casi nadie aunque casi todos los presentes eran contactos míos en Facebook. De hecho, fue en esa red social donde cruzamos las primeras palabras, a raíz de una portada que había hecho y sobre la cual animó a sus contactos a especular, a intentar adivinar de qué trataba el libro que había ilustrado. Yo me animé a buscar la respuesta en aquella imagen y gracias a mis deducciones gané un ejemplar de dicho libro. Y fue mirando aquella portada cuando me enamoré de su talento y empecé a fantasear con la idea de tener una portada suya para una de mis novelas.

El libro en cuestión se titulaba Zona Catastrófica y lo firmaba Antonio Sánchez Vázquez, al que en este blog siempre llamo Mellizo. Y fue tras haberlo ganado que Mellizo me propuso participar en una antología que él coordinaba y cuya portada puedes ver en algún lugar a la derecha. Portada que, de nuevo, era obra del que ya se había convertido en mi ilustrador favorito. Bueno, no era mi sueño, porque compartía libro con otros catorce o quince autores, pero era lo más parecido que podía obtener, dado que no había novela terminada que precisara una portada. La antología se tituló Family Nightmares. Y aunque esta entrada está dedicada al ilustrador, menciono a Mellizo porque tiene gran parte de la culpa (o del mérito) de que Laudaner exista.

Te he contado en alguna ocasión que tras la Expocon me convertí en la correctora de la Pastilla Roja ediciones. También, que presenté relatos a varias convocatorias y que aparezco en cinco de ellas como autora. La primera en la que participé se titulaba Santa Wiik, y en un principio llevaba una portada de este genial artista. Esa imagen fue la que inspiró mi relato.

Presentamos Family Nightmares en la librería Gigamesh (Barcelona) en junio de 2014, estuvimos un puñado de autores y el ilustrador. Esta vez sí me atreví a hablar con él (fue a recogernos a la estación a Athman y a mí y pasamos la mañana juntos), pero creo que no llegué a decirle que estaba escribiendo una novela de terror y que soñaba con que él hiciera la portada.

Ese mismo año viajé a Fuenlabrada (Madrid) para participar en una charla como miembro de la Pastilla Roja, y allí volvimos a coincidir. No sé si se lo dije entonces. Puede que no. Al fin y al cabo, mi novela seguía inconclusa.

Pero en algún momento me animé a escribirle un mensaje y llegamos a un acuerdo. Al final, como tardé en terminar la novela y a él le llovían las ofertas de trabajo, la cosa quedó en un «búscame dentro de un tiempo». Y como esa novela sigue en el cajón por varios motivos (personales, no literarios), mi sueño seguía sin cumplirse. Aunque nunca olvidado. Soy obstinada y quiero una portada suya sí o sí. Me da igual cuánto tiempo tenga que esperar.

Y mira tú por dónde, que el día que anuncio que publico Laudaner en enero recibo un mensaje suyo. Que felicidades por tu próxima publicación, que si sale con editorial o autopublicado, que si ya tienes portada. Y cuando le digo que no, pero que la editorial me da carta blanca para hacer una, aunque yo de hacer portadas no tengo ni idea, su respuesta es: «Si hiciera falta, tienes portada». Porque tenemos un trato, porque cuando ayudas te ayudan, porque le hace ilusión acompañarme en esta aventura. «Tú pide».

Y el grito de alegría que di se debió oír en mi pueblo, que queda a cuatrocientos kilómetros de donde vivo. Porque tener una portada obra de Daniel Exposito es un lujazo, y es un sueño cumplido, y el mejor regalo de cumpleaños por adelantado que nadie me haya hecho jamás.

Para que veas que no exagero, voy a dirigirte a su portafolios. Pincha aquí y verás su trabajo. Después vuelve y dime que lo que has visto no te ha dejado con la boca abierta y que no te ha puesto los pelitos de punta. Ya. Sabía que te iba a encantar.

Después de preguntarme de qué trata Laudaner, Daniel me preguntó si tenía alguna idea para la portada. Lo cierto es que sí la tenía, una bastante sencilla pero que para mí representaba muy bien la esencia de mi libro. Algo como esto:



Sin embargo, no le mostré la foto que había tomado dos años atrás y que por ser de mala calidad no servía a la hora de hacer la portada yo misma (de que una amiga que hace sus propias portadas me la hiciera, quiero decir). Lo que hice fue enviarle un relato titulado Laudaner por si le servía de inspiración y decirle que lo dejaba a su elección. Confiaba plenamente en él. Le gustó el relato y probó un par de cositas, pero no le convencieron. Demasiados elementos, demasiado recargado. Al final se decidió por una imagen sencilla, elegante e impactante. Y cuando me la enseñó supe que el destino existe:



¿Dirías que acertó de pleno? Porque cuando la vi pensé que me había leído el pensamiento. Era mi idea, pero bien hecha, muy elegante, ¡joder, preciosa! Y me enamoré al instante. Se la enseñé a tres amigos (mis lectores cero) y dijeron que les encantaba. Se la enseñé a Lupe y me dijo que le encantaba.

Ya sé que no eres de dejar comentarios, ni yo de responderlos, pero me gustaría que por una vez hicieras una excepción y me dijeras si te gusta tanto como a nosotros. Y, de paso, que le des un Like a la página de Daniel Exposito en Facebook, porque así podrás seguir disfrutando de su trabajo y de su talento.

En la próxima entrada te enseñaré la sinopsis. Que sí, que al final he sido capaz de resumir mi trabajo en un par o tres de párrafos. Ya sabes que, cuando me lo propongo, soy capaz de *Hacer Que Suceda*



domingo, 9 de diciembre de 2018

De LAUDANER y de la editorial que me encontró cuando me decidí a publicarlo


Escribir un libro no es una tarea sencilla. No basta con tener una idea y ponerte a teclear sin más (aunque en mi caso funciona de esa forma casi siempre). Dependiendo de la complejidad de la historia que te ha venido a la cabeza, tienes que tener claras ciertas cosas: el argumento, lo principal; inicio, nudo, desenlace, porque ponerse a escribir a lo loco puede convertirse en un problema y derivar en un bloqueo temporal o incluso en un abandono total de la novela, y eso en el mejor de los casos, en el peor puede acabar llevándote a crear una historia llena de incoherencias o completamente absurda. Muchos escritores tienen siempre a mano un cuaderno lleno de anotaciones, entre las cuales suele encontrarse un resumen más o menos breve, una guía de personajes, un índice de capítulos, esbozos de historias secundarias e incluso información sacada de libros o de internet, porque la documentación es parte del proceso de escribir una novela. Te lo digo yo, que llevo meses leyendo sobre yacimientos arqueológicos, mitología precolombina, prehistoria y poblamiento de América, leyendas ancestrales, Mu, mapas antiguos y dragones, y viendo vídeos sobre el desierto de Nazca, asentamientos anasazi, cultura y leyendas hopi, ruinas submarinas, juegos on line y dragones (los dragones son mi obsesión, ¿recuerdas?). Y todo eso para escribir una novela que podrías etiquetar como romántica juvenil paranormal, que las ideas que me vienen a la cabeza cuando imagino historias tienen tendencia a ser más bien complejas.

Luego, cuando la novela ya está escrita, tienes que revisarla, corregir erratas (en mi caso, letras que se cuelan al teclear demasiado rápido; en otros, malos hábitos que no tienen nada que ver con la velocidad de los dedos sobre las teclas), descubrir (si las hubiera) incoherencias en el argumento y flecos sueltos. Escribir una sinopsis (lo peor de todo, y en esto no conozco a ningún compañero de letras que no esté de acuerdo).Y, si te decantas por la autopublicación, maquetar el archivo y currarte una portada que resulte atractiva, por si te sale un churro de sinopsis. Sí, se trata de que la gente lea, pero incluso en el mundo de la literatura una imagen vale más que mil palabras a la hora de conquistar al público lector.

Un trabajo de meses, vaya.

Pero todo eso resulta fácil frente a la aventura de buscar y encontrar una editorial para tu novela. Tienes que hacer una lista de las que pudieran estar interesadas en el género que has elegido, comprobar cuáles tienen abierto el plazo de recepción de manuscritos, averiguar el mail de la persona con la que debes contactar (eso después de saber quién se encarga de leer y valorar los textos recibidos, claro), redactar una buena carta de presentación y armarte de paciencia, porque las cosas de palacio van despacio y puede que tardes meses en recibir una respuesta a tu correo.

Suele ser aconsejable comprar una carpeta en la que guardar todas las cartas de rechazo que recibas.

Y ahora es cuando te digo que yo me salté todos esos pasos y te descoloco. Pero es que yo voy a ser leyenda, jajaja (si me dejo de excusas y me pongo a teclear en serio, claro).

Es cierto que escribir Laudaner no fue fácil. No lo fue, porque tenía un bloqueo que me impedía escribir como en los viejos tiempos. De hecho, fue para romper ese bloqueo por lo que empecé a escribir los relatos que lo componen, y aunque tecleé sin mapa ni brújula en todos los casos y me quedé atascada muchas veces, y al menos en tres ocasiones escribí varias frases en un cuaderno antes de enfrentarme a la pantalla en blanco, no necesité resúmenes ni guía de personajes ni buscar información, pues no era una novela lo que estaba escribiendo. Tampoco tuve que corregir gran cosa, pues reviso cada párrafo antes de guardar mi trabajo y seguir con el siguiente. Y no llegué a escribir una sinopsis, ni siquiera cuando la última antología fue publicada y decidí que había llegado el momento de hacer el libro que llevaba planeando desde 2015. Tenía muy claro que quería que viera la luz, pero no había decidido si volvería a lanzarme a la piscina de Amazon o le buscaría editorial.

Estaba dándole los últimos retoques (escribiendo un hilo argumental que uniera cada relato con el siguiente) y todavía no sabía lo que iba a hacer con él cuando la editorial me encontró a mí.

Ocurrió en Sant Jordi de este año, durante la firma de una de las dos últimas antologías en las que participaba. Concretamente, en la de Macabras, que había sido publicada por la editorial MaLuma. En el ¿se dice stand, o caseta? se encontraban dos de las editoras y algunos de sus autores, pero no hablé con ellos más allá de un hola porque, como ya te he dicho muchas veces, soy tímida hasta rozar lo desesperante. Sin embargo, y por fortuna, el resto del mundo no parece tener problemas a la hora de interactuar con el resto, y cuando una chica se acercó a curiosear, y tras una explicación apasionada y sincera de lo que iba a encontrar entre sus páginas (algo así como lo que te explico en este blog pero con más vergüenza porque lo hice en persona) que terminó con la chica comprando el libro y las tres autoras presentes firmándoselo y posando para la foto que nunca llegué a colgar en este blog, una de las editoras se me acercó y me dijo «Tú no tendrás nada que hacer el resto del día, ¿verdad?», comentario que interpreté como un «Lo has vendido muy bien, quédate un rato a ver qué más puedes hacer». Y aproveché que la tenía ahí para hacer una pregunta que consideraba necesaria.

No he firmado la cesión de derechos de explotación de los relatos que he cedido para que formaran parte de la docena de antologías en las que he participado, salvo en una ocasión, y fue con la editorial Palabras de Agua. Sin embargo, había un contrato firmado con MaLuma, y aunque fue la coordinadora quien lo firmó en nombre de todas las autoras participantes y no sabía hasta qué punto la ausencia de mi firma me condicionaba a mí a la hora de utilizar mi propio texto (ya que el libro era benéfico y no iba a recibir ningún pago por él) me pareció correcto pedir permiso a las editoras para utilizar mi relato en una recopilación propia. La respuesta de Lupe fue que podía usarlo, siempre que no lo sacara de la antología. Cosa que no tenía intención de hacer, desde luego.

Lupe también me preguntó qué planes tenía para ese libro en el que estaba trabajando. Le dije que quería publicarlo, pero que aún no había decidido si volvería a usar la opción de Amazon o si le buscaría una editorial. Tras una breve explicación sobre el contenido del libro en cuestión, Lupe me dijo que, si al final me decantaba por la publicación tradicional, las tuviera en cuenta y les mandara el manuscrito.

Esto ocurrió en abril. Para mayo ya tenía el hilo conductor terminado y en junio la editora de Palabras de Agua me dio permiso para incluir el relato que le pertenecía por contrato. Así que me puse en contacto con Lupe y le pregunté si todavía estaba interesada en leer el manuscrito. Su respuesta fue que sí, y se lo envié.

Así que, ya ves, me salté todos los pasos posteriores a la terminación del libro. No tuve que buscar editorial porque la editorial me encontró, no necesité redactar una carta de presentación porque ya me había presentado en persona y no escribí una sinopsis porque ya había explicado de palabra de qué trataba. Solamente me quedaba esperar una respuesta.

Y la respuesta llegó en julio. Yo, que no la esperaba hasta después del verano por lo menos, me sorprendí como el que más, porque pensaba que esas cosas tardaban meses. La respuesta, desde luego, era un sí, y esto no me sorprendió, pues confiaba mucho en la calidad de mi trabajo. Y el 19 de julio firmé el contrato.

Me he guardado la noticia durante todos estos meses porque esperaba a que MaLuma me diera vía libre para contarlo todo. Ahora que ya tenemos fecha de publicación (enero de 2019, recuerda) puedo darte todos los detalles. En mi próxima entrada te contaré más sobre el contenido y te mostraré la portada. La historia de la portada te va a encantar. Fue otro de esos pasos que me salté, pues no necesité buscar un ilustrador sino que fue él quien vino a verme y me dijo que le hacía mucha ilusión acompañarme en este viaje. ¡Y es el ilustrador de mis sueños! Ya te digo que soy una persona muy afortunada. O es que hice algo muy bueno en mi vida anterior para estar recibiendo tanto en mi faceta literaria.








domingo, 2 de diciembre de 2018

Mi nueva aventura literaria


En el mes de junio terminé de escribir un libro en el que llevaba trabajando cuatro años. Me sentí tan feliz, tan orgullosa de mí misma y tan llena de entusiasmo que, en cuanto lo tuve encuadernado, me hice una foto con el manuscrito y la colgué sin dudar en mi perfil de Facebook. Esa imagen recibió tantos Me Gusta y tantos comentarios y felicitaciones que me sentí casi como cinco años atrás, cuando decidí autopublicar El chico perfecto no sabe bailar el twist creyendo que me había lanzado sola a la aventura y me descubrí arropada y querida por un montón de personas que se alegraban sinceramente de que hubiera dado el paso y que llevaban tiempo esperando poder leer una novela mía. Habían pasado cinco años, en los que únicamente había publicado relatos en diferentes antologías, y todos esos amigos y lectores seguían ahí, esperando a que diera la noticia.

Esta llegó un mes más tarde. Había firmado un contrato con una editorial y de nuevo compartí mi entusiasmo en un post de Facebook. Multitud de Likes, felicitaciones, ánimos, buenos deseos y la pregunta a la que en ese momento no podía responder. ¿Cuándo se publica? ¿Cuándo? ¿Cuándo, por los dioses?

Pensar que hay personas que esperan un nuevo libro mío es motivador, pero descubrir que están ahí realmente, y que son muchas, es al mismo tiempo un subidón de autoestima y un retortijón de pánico. Porque siempre está el miedo a defraudar las expectativas de los lectores, y mi primera novela dejó el listón bastante alto. ¿Con qué sorprenderá ahora Bea Magaña? Una autora de fantasía épica que se estrenó con una historia de corte romántico y que ha dedicado los últimos cuatro años a escribir terror, ¿qué nos traerá en esta ocasión?

Pues traigo algo que no esperabas, porque sé que lo que esperas en una de las muchas Historias de Thèramon que por motivos diversos (dudas, desmotivación, pereza, correcciones, excusas, excusas idiotas de niña idiota y procrastinadora) no he sido capaz de terminar todavía. Lo que esperas es una novela, cualquiera de las varias de las que te he hablado en alguna ocasión. Lo que esperas es una historia original, emocionante y emotiva, que te tenga pegado a las páginas sin poder dejar de leer y que te llegue al corazón. Y no es una novela lo que voy a publicar en esta ocasión. Pero estoy segura de que sí vas a encontrar todas las otras cosas que estás esperando en LAUDANER, que es el título del libro que verá la luz en enero de 2019 de la mano de Editorial Maluma, y del que vengo a contarte un par de cositas. Que no quiero que pase como hace cinco años, que fue un «¿Y si me atrevo? Vale, voy a hacerlo. Hala, ya está hecho» y ni tuve tiempo de anunciarlo cuando ya estaba la novela colándose entre los más vendidos de Amazon y encontrando a sus primeros compradores y lectores.

Lo primero que debo explicarte es el origen de la palabra que le da título. Porque, como ya habrás descubierto, no es un vocablo que aparezca en el diccionario. Desde luego que no, el término proviene de Thèramon, es una palabra en addimantaal, el Lenguaje de los Dioses, y su significado es tan sencillo como revelador. Un laudaner es una persona que canta o que cuenta laudanas.

Muy bien, Bea, te has explicado como un libro cerrado. ¿Y qué demonios es una laudana? Pues tengo respuesta a esa pregunta. Acompáñame hasta Thèramon, ven, será un momento y debes verlo para poder comprender el motivo de todo.

«Contaban las antiguas laudanas que en los albores del mundo, cuando el nombre de Thèramon aún no había sido pronunciado por vez primera y tan sólo el Keresar y el Sturgeon recorrían la tierra dándole forma, los dioses llegaron desde Wad Ras para ayudarles en el proceso de la creación. Y de sus muchas obras, la primera y la que más relevancia tendría en el futuro fue la que originó la aparición de la luz de los dragones, que Enlil puso en los cielos para iluminar la eterna noche en la que vivían los que habrían de preceder a los parecidos a los dioses» (fragmento de Criatura de Fuego, Criatura de Luz).

«Cuentan las antiguas laudanas que la Primera Guerra de la Sombra tuvo lugar antes de que Thèramon hubiera recibido su primer nombre, cuando los heryshi que se habían establecido en Wad Ras decidieron que el mundo en el que moraban se les había quedado pequeño ante sus enormes deseos de seguir creando» (fragmento de El libro de los dioses).

«De Oreal y del destino que corrió se han cantado infinidad de laudanas y narrado no menos historias, porque la maravilla y el misterio son siempre fuente de inspiración y motivo de leyenda. Pero de su creación poco se ha dicho, pues nadie sino su artífice llegó a conocer los pormenores, y el instinto primero y la necesidad después lo obligaron a mantenerlos en secreto, aun ante sus más allegados» (fragmento de El Libro de los Dioses).

Ahora ya sabes lo que es una laudana, ¿verdad? Gesta épica, leyenda, canción, poema, cuento, llámalo como quieras. Historias transmitidas de forma oral a lo largo de las Eras. Y, como no podía ser de otra forma, un laudaner es una persona que se dedica a narrar o a cantar, acompañada por su llaut, estas historias.

Del origen del llaut:

«Más grande que una lira y más pequeña que un arpa, pero compartiendo características de ambas, la primera de las Joyas Hermosas fue un llaut hecho de plata y de espuma de mar, un instrumento acorde con la voz cautivadora y profunda de la primera laudaner de la historia. Eshor lo fabricó inspirado por la laudana que también inspiraría la creación de Blarae Daroska, y lo llamó Lummenii-a-Llaut, pues sus cuerdas estaban hechas de Luz; pero cuando Ariiama lo tocó por primera vez lo llamó Miussaura, que significa Música Resplandeciente. Y de sus cuerdas brillantes surgió una bella melodía llena de poder que conmovió el corazón de cuantos la escucharon, y despertó el genio creador de muchos que creían que ya no quedaba espacio en Wad Ras para seguir originando maravillas» (fragmento de El Libro de los Dioses).

Y aquí uno de los muchos laudaner que he conocido durante mis viajes por Thèramon:

«Era un hombre corriente, un trotamundos, un narrador de historias. Se llamaba Evantes. Recorría los caminos sentado en una vieja carreta tirada por una mula de aspecto enfermizo, viajaba con el viento, no tenía un hogar. No tenía familia. No tenía amigos. Nunca echaba raíces en ningún lugar. Iba de una ciudad a otra atraído por el bullicio de un día de mercado, de una celebración, de un festival. Nunca se quedaba en ellas más de una semana, era un espíritu libre. Su rostro no solía ser recordado, aun cuando sus historias permanecieran en la memoria de la gente durante largo tiempo. Cuando podía permitírselo, pernoctaba en una taberna o en un mesón. La mayoría de las noches dormía al raso» (fragmento de Criatura de fuego, Criatura de luz).

Y ahora te preguntarás: ¿qué tiene que ver tu nuevo libro con tu mundo fantástico si, como has dicho, no es una novela ni una de las Historias de Thèramon?

La respuesta es obvia: yo soy una laudaner. La laudaner de Thèramon. Soy una narradora de historias. De todo tipo de historias. Y las escribo para poder regresar al mundo que amo.

¿He despertado tu curiosidad? ¿He llamado tu atención? Si la respuesta es «Por supuesto, y te odio porque no me cuentas nada más cuando sabes que me muero por saberlo TODO», no te vayas muy lejos. Todavía tengo muchas cosas que contarte sobre este nuevo libro. Sucede que esta vez quiero vivir la aventura paso a paso, que la última vez no tuve la ocasión de saborearla como se merecía, y además no quiero soltar toda la información de golpe, que sabes que soy «la niña que no sabía resumir» y quiero poder deleitarme en los detalles. (Te estoy dando pistas, por cierto).

En la próxima entrada te cuento cómo, sin buscarla, encontré una editorial para mi libro. Esta parte te va a encantar. Quédate con el nombre: MALUMA. (Y esta es otra pista, pues si has seguido mis progresos hasta la fecha no te costará atar cabos y descubrir de qué trata Laudaner).

Hasta pronto. Que los dioses te guarden, y que sigas amando y creyendo.





jueves, 12 de abril de 2018

MANUAL DE SUPERVIVENCIA


Últimamente sólo aparezco por mi rinconcito virtual cuando tengo novedades literarias. Debería venir más a menudo, lo sé, comunicarme me sienta bien y me ayuda a escribir con más regularidad. Pero, como ya sabes, mi voluntad no se encuentra en su momento más álgido, y trato de aprovechar todo mi tiempo libre para rescatarla de ese abismo mezcla de desmotivación y desidia en el que se encuentra —en el que me hallo yo misma— bien leyendo, bien corrigiendo, hasta que consigo volver a enfrentarme a la página en blanco y teclear unos cuantos párrafos que, si bien no parecen dar muchos resultados, van haciendo crecer una historia u otra de esas muchas que tengo por ahí empezadas y que —no me preguntes por qué estúpido motivo— no me atrevo a continuar hasta terminar.

Que sí, que sigo poniéndome excusas para no sentarme ante el teclado y ponerme a aporrear las teclas como si no hubiera un mañana. Pero al menos no lo niego ni lo oculto. Quiero creer que es el primer paso para superar el problema que sea que tengo.

Pero vayamos al grano:

Hoy vengo a presentarte la última antología en la que participo, esta vez en compañía de más de cincuenta fantásticos escritores e ilustradores, entre ellos varios ganadores de los más prestigiosos premios dedicados a la fantasía, la ciencia ficción y el terror en España. Un lujo contarme entre ellos, vaya.

Un poco de historia para empezar:

MANUAL DE SUPERVIVENCIA comenzó a gestarse allá por 2014, ya sabes, cuando los retos parecían llover sobre mí —claro, si no, ¿cómo me encontraría yo formando parte?, je—, y la invitación a participar me llegó de la mano de Daniel Estorach, querido amigo, mi Alfa literario y autor de la trilogía Crónicas de un héroe urbano, y cómo decirle que no, si me apetecía mucho colaborar con él y era un reto al que no podía negarme. Porque, verás, los relatos debían estar inspirados y ambientados en el universo Tiempo de Héroes, proyecto que nació a raíz de la primera novela de Daniel, Hoy me ha pasado algo muy bestia, y yo por aquel entonces estaba escribiendo casi solamente terror. Así que ponerme en la piel de un superhéroe de carne y hueso era un reto tanto como lo era escribir un relato, porque yo de heroína tengo más bien nada, si acaso sería un poco el antihéroe. Y de ahí nació la idea para mi historia, que titulé EL MALO y de la que puedo decirte que trata un poco sobre el bullying y un poco sobre hombres sin escrúpulos que maltratan a las mujeres porque sí, porque pueden. Y es que de eso va esta antología, de héroes muy humanos que se enfrentan a los problemas reales de nuestra sociedad.

MANUAL DE SUPERVIVENCIA es una antología ilustrada, y por eso el proyecto se demoró más de lo previsto, pues al grupo inicial de autores que Daniel había convocado se unió poco a poco un elenco de ilustradores que, con diferentes estilos y muchísimo arte, pusieron rostro a cada uno de los relatos. El mío corrió a cargo de Juan Alberto Hernández, que supo reflejar la esencia de lo que yo quería contar y al que estoy muy agradecida por su dibujo, con el que mi protagonista se vio perfectamente identificado ;)


MANUAL DE SUPERVIVENCIA es, además, una antología solidaria, cuyos beneficios íntegros irán destinados a la Fundación Ana Bella de ayuda a mujeres maltratadas. Eso la convierte en una obra muy especial. Porque la violencia machista y de género es un problema muy grave, y con decir #NiUnaMenos o #ContraLaViolenciaDeGéneroLaFuerzaDeTodos no es suficiente. Y saber que podía poner mi granito de arena haciendo lo que mejor sé hacer para ayudar a una institución que intenta que ese problema se erradique y que las mujeres maltratadas vuelvan a sentirse seguras y recuperen la ilusión y la alegría, qué quieres que te diga, me hizo desear que la antología viera pronto la luz y se vendiera mucho. Además de que me ayudó a volver a teclear sin miedo.


Y aquí la tienes:



Título: MANUAL DE SUPERVIVENCIA
Páginas: 402
Ilustrador de la portada: Jordi Armengol
Coordinadores: Daniel Estorach, Juan González Mesa, Antonio González Mesa
Editorial: ApacheLibros (edición en papel) y Palabristas Press (edición digital)
Autores e Ilustradores: Alicia Pérez Gil — Alejandro Castroguer —Víctor Blázquez — Iván RuSo —Sergio Bleda — Mieria Dedalus — Fayna Bethencourt — Alejandro Colucci — Jennifer Rubio — Montiel de Arnáiz —Allan J. Arcall — Miquel Giménez Gómez — Lem Ryan — Nieves Delgado — Jordi Armengol — Elías Santos — Bea Magaña — Ricard Ibáñez — Juan Alberto Hernández — Ricard Ruiz Garzón — Carlos J. Lluch — Sofía Rhei — Carolina Bensler — Alberto M. Caliani — Claudio Cerdán — Santiago Eximeno — David Rendo — Kike Alapont — Díaz de Tuesta — So Blonde — Santiago Ramos — Cecilia C. F. — Eduardo Vaquerizo — Nacho Fernández — Begoña Fumero — Tony Jiménez — Álvaro Fuentes — Lorena Carvalho — Pablo Uría Díez — Daniel Eduardo Mendoza — Javier Martos — Verónica Casas — Miguel Santander — J. G. Mesa — Marco Gómez Gómez — Jose Barrero — Daniel Medina Ramos — Estela Gaona — Aniel Dominic — Calaveradiablo — Manuel Moledo — David Fajardo — Antonio G. Mesa
Precio: 14,90 € (en papel) y 3,95 € (en digital)

Puede adquirirse en las webs de ambas editoriales y a través de la plataforma digital Lektu.

Web de Apache Libros: https://apachelibros.com/

Web de Palabristas: https://www.palabristas.com/

Web de la Fundación Ana Bella: https://www.fundacionanabella.org/


Apache Libros y Palabristas Press son dos de las editoriales independientes punteras de la literatura de género en español. El editor de Apache, José del Río Fortich, es además presidente de la asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror (AEFCFT), mientras que la editora de Palabristas, Cristina Macía, es la traductora de Canción de Hielo y Fuego, de George R. Martin. Palabristas está especialmente implicada en la promoción de literatura escrita por mujeres.

La Fundación Ana Bella Red de Mujeres Supervivientes, con sede en Sevilla, ayuda a una media de 1.200 mujeres maltratadas al año. Para ello ha puesto en marcha diversos proyectos, entre ellos el Programa Amiga, la Escuela para el Empoderamiento de la Mujer y Talleres de testimonios positivos. Su fundadora, Ana Bella, inició en 2002 la Red de Mujeres Supervivientes, creando una entidad sin ánimo de lucro con la misión de construir una sociedad en igualdad y libre de violencia hacia las mujeres.
Su labor ha sido reconocida entre otros por el Ministerio de Servicios Sociales e Igualdad en 2011, y ha recibido el Premio del Observatorio contra la Violencia de Género de 2012, otorgado por el Consejo General del Poder Judicial.

lunes, 12 de febrero de 2018

MACABRAS

Si leíste mi última entrada, sabrás que hoy vengo a hablarte de la penúltima antología en la que participo con un relato, la primera que se publica este año. Vengo tarde, como de costumbre, pues el libro salió a la venta el 19 de enero, pero también sabes que cuando me desconecto durante un tiempo me cuesta mucho volver, y que cuando por fin encuentro el camino de regreso a Thèramon me olvido de que existe otro mundo más allá de mi procesador de textos. Sin embargo, no me gusta dejar asuntos pendientes, más que nada porque ocupan un lugar en mi cerebro que me impide centrarme del todo en lo que ande haciendo, así que disculpa mi retraso y permite que te presente a la criatura que ha nacido de la mano y el talento de un puñado de macabras a las que aprecio y de las que me siento muy orgullosa de ser compañera.

Un poco de historia para empezar:

MACABRAS empezó a gestarse allá por 2014, cuando los retos parecían llover sobre mi cabeza y yo estaba decidida a vencer a ese maldito bloqueo que me mantenía alejada no sólo de mi amado Thèramon sino de todas las historias que bullían dentro de mi cabeza y que no terminaban de salir por un montón de motivos de los que te he hablado en varias ocasiones. Bien, este reto en particular me atrajo mucho porque, por primera vez desde que decidí que podía escribir sobre un tema concreto, con un plazo de entrega y sabiendo que no iba a recibir más compensación por mi trabajo que el orgullo personal de haber sido capaz de hacerlo (y si acaso un ejemplar de cortesía por parte de la editorial que decidiera publicar la antología en cuestión), se me ofrecía la oportunidad de trabajar solamente con mujeres. A la mitad ya las conocía, porque habíamos participado en otras antologías, al resto las conocí dentro del grupo que formamos para la ocasión. Y, como era mi costumbre, me ofrecí a corregir todos los relatos para que quedaran bonitos, porque una buena presentación ayuda a la hora de mover cualquier trabajo. Así que, una vez más, puedo decirte que me encontré con una recopilación de relatos en la que primaban la variedad, la originalidad y la calidad literaria. Un orgullo, como te digo, formar parte de ese grupo de autoras, a las que años después se unió una ilustradora de gran talento que le puso rostro a cada uno de los relatos.

La idea era, por un lado, demostrar que las chicas también sabemos escribir terror, porque parece que a la hora de publicar algo el género condiciona el género, como te decía en mi última reflexión, y no debería ser así (si no leíste la última entrada y sientes curiosidad, pincha aquí). Por otro, hacer lo que mejor se nos da para ayudar a alguien. Queríamos que los beneficios de esta antología fueran a parar a alguna institución benéfica, pensamos en alguna que estuviera dedicada a ayudar a mujeres víctimas de violencia de género. Encontramos una. Pero por muchos motivos el grupo permaneció varios años ahí, silencioso e inactivo, hasta que una de nuestras compañeras decidió que había llegado el momento de mover la antología. Tamara Lòpez relevó a la persona que nos había reunido años atrás y se hizo cargo de la coordinación, y ya con la incorporación de María Pizarro y sus fantásticas ilustraciones, Macabras encontró editorial.

Y aquí la tienes:



Editorial Maluma
Número de páginas 302

Autoras: Bea Magaña – Cristina Béjar – Karol Scandiu – Beatriz T. Sánchez – Lorena Gil Rey – Rosa Galdo Millán – Alicia Pérez Gil – Lucía Pérez Sáinz – Montse N. Ríos – Pepa Mayo – Nidia Blackburn – Irene Comendador – Tamara López – So Blonde – Fayna Bethencourt

Prólogo: Eva Isanta
Portada e Ilustraciones: María Pizarro
Coordinadora: Tamara López
Corrección: Bea Magaña
Maquetación: Rain Cross

Sinopsis: Edgar Allan Poe, H. P. Lovecraft, Stephen King… Los tres maestros del terror tienen algo más en común que el género que los convirtió en iconos de la literatura: son hombres. El terror siempre ha estado ligado a lo masculino, como si el universo femenino, como si una mujer, no pudiera aterrorizarnos. Ya es hora de acabar con ese equivocado tópico de una vez por todas. Son muchos los nombres de escritoras que, durante años, nos han producido pesadillas gracias a sus historias; desde Shirley Jackson hasta Pilar Pedraza, pasando por Emily Carroll, Mary Shelley, Ann Radcliffe, Susan Hill, Anne Rice, Ángela Carter, Agatha Christie y Sarah Pinborough, entre otros. Todas ellas expertas en conseguir que durmamos con la luz encendida, todas ellas homenajeadas en Macabras gracias al magnífico grupo de autoras que ha reunido la sobresaliente Tamara López. Junto al prólogo de la actriz Eva Isanta, y las espectaculares ilustraciones de María Pizarro, Macabras es una antología hermosamente inquietante, el ejemplo perfecto de que el terror no es solo cosa de hombres, sino un género en el que las voces femeninas son capaces de darle interesantes y siniestras vueltas de tuerca.


Mi relato se titula La Reina Roja, y su peculiaridad es que está narrado a dos voces. Ya sabes que lo que más me gusta de esto de escribir es experimentar: con el tono, la forma, los tiempos, no sólo con las palabras, no sólo buscando argumentos que te sorprendan (aunque también me gusta ese reto). Aquí jugué con esas dos voces, la del narrador omnisciente en pretérito, la de Sarah en presente, y ambas enlazándose en cada cambio de escena para formar algo mágico y vivo, algo que te haga estremecer y acaso te traiga recuerdos de tiempos mejores, de infancia y juegos compartidos, de amor y deseo... enlazándose como hacen esas letras en hebreo para dar vida a lo que en apariencia no era más que un juego y en el fondo es mucho más que deseo y amor... O algo así. Si te desvelo la trama, no querrás adquirir la antología, y nos gustaría que le dieras la oportunidad, por nosotras, que la escribimos para tu disfrute, y por esas mujeres a las que intentamos ayudar a superar una clase de terror que, por desgracia, es más frecuente y más real que aquellos que nacieron de nuestra imaginación. 17 euros por 300 páginas y 17 ilustraciones es un buen precio, ¿no te parece?



domingo, 4 de febrero de 2018

No es una cuestión de género

Corría el año 2012 y por entonces mi cerebro se hallaba sumido en un bloqueo que, aun sin ser lo que llamamos bloqueo del escritor, me impedía escribir. A pesar de mis muchos intentos de regresar a Thèramon (sí, por aquella época lo intentaba con más frecuencia que en los últimos tiempos) no era capaz de encontrar el camino, y aunque mi deseo y mi necesidad eran grandes no me veía capaz de seguir con aquellas historias hermosas y complejas que, desde los inicios del blog que lleva su nombre, tenían tantos seguidores entusiasmados y anhelantes. Dispuesta a darles a esos lectores una novela completa, y en una especie de reto personal, saqué del cajón una historia que llevaba muchos años aguardando su momento y la subí a Amazon. Y a pesar de que no era el género que mis lectores habían estado esperando, El chico perfecto no sabe bailar el twist tuvo una muy buena acogida y muchas reseñas positivas (e incluso fue nominada por el blog Pasión por la Novela Romántica a mejor novela en la categoría de romántica juvenil autopublicada, y gracias a los votos de los lectores se llevó el premio). Curioso que una autora de fantasía épica decidiera estrenarse con una novela de corte romántico, y alentador comprobar que los lectores no se sentían decepcionados, porque a pesar del cambio de registro, y si bien la prosa era muy diferente a la que utilizo cuando estoy en mi mundo fantástico (musical, embriagadora y con un aire clásico que en su momento enamoró a cuantos llegaron al blog y decidieron acompañarme en mi viaje), seguía siendo un texto mío, y mi estilo era reconocible.

Esto me llevó a pensar que no era una cuestión de género, sino de estilo. El hecho de que gustes a tus lectores les cuentes una de dragones o una de amor y celos, quiero decir.

Corría el año 2014 y mis problemas para enfrentarme a la página en blanco seguían ahí. Para entonces había aparcado todas las Historias de Thèramon y me hallaba lidiando a ratos con una novela de terror en la que fui dejando muchos pedazos de mi alma enferma, en un intento por sacarme el veneno de dentro y volver a amar y a creer. Pero era muy doloroso hurgar en las viejas heridas, y por ese motivo VASL tampoco encontraba el camino para llegar a su conclusión. De nuevo ese bloqueo que, sin ser bloqueo del escritor, me impedía escribir. Y resulta curioso que, aunque me había dado a conocer como autora de fantasía épica y había publicado una novela romántica, me encontrara de pronto escribiendo terror, como si fuera el género en el que me encontrara más cómoda. Pero lo cierto es que me encuentro cómoda con una historia que está viva y quiere salir, sin que el género me suponga un problema. Soy escritora (la mayoría del tiempo no lo parece, porque no escribo, o eso digo, que no escribo, pero lo soy, lo sé cuando abro alguno de esos archivos que digo que tengo abandonados y descubro que, a pesar del bloqueo y de las mil excusas que me pongo, van creciendo, como si fuera capaz de escribir cuando no miro o cuando duermo, ¡y cómo me gusta lo que leo, y cuánto desearía que al menos una de esas novelas estuviera terminada para que tú también pudieras disfrutar de esa prosa que me tiene enamorada!), y por eso puedo escribir cualquier historia que se me venga a la cabeza sin preocuparme por las etiquetas.

Fantasía épica, romántica juvenil, terror, erótica, contemporánea o romántica paranormal. No es una cuestión de género. Si eres un narrador de historias, te limitas a contar historias. Otra cosa es que te sientas más cómodo dentro de un género concreto. Yo soy muy feliz cuando recorro los caminos de Thèramon, y me siento a gusto con esa prosa musical y clásica, con sus frases larguísimas y tan descriptivas, con esas escenas a caballo entre lo onírico y lo mágico y esos diálogos llenos de fórmulas de cortesía y de frases enigmáticas ^^

Mira, esto es Thèramon:

Contaban las antiguas laudanas que en los albores del mundo, cuando el nombre de Thèramon aún no había sido pronunciado por vez primera y tan sólo el Keresar y el Sturgeon recorrían la tierra dándole forma, los dioses llegaron desde Wad Ras para ayudarles en el proceso de la creación. Y de sus muchas obras, la primera y la que más relevancia tendría en el futuro fue la que originó la aparición de la luz de los dragones, que Enlil puso en los cielos para iluminar la eterna noche en la que vivían los que habrían de preceder a los parecidos a los dioses.

Y esto también (pongo sólo el diálogo, que con las acotaciones del narrador quedaría muy largo):

—Que la Luz del amado de los dioses ilumine tu senda, peregrino.
—Que la sabiduría del Blanco guíe tus pasos, caballero.
—Estás muy lejos de tu hogar, amigo mío. ¿Qué puede buscar un mershai en estas soledades?
—Complacer a mi rey y señor, que es quien me envía. Busco a un grupo de caballeros, seis en total, que partieron en misión hace varios meses y que aún no han regresado a Mersha, y por tus ropas veo que he llegado al lugar correcto.
—¿Eres un rastreador?
—Un emisario, más bien.
—¿Un emisario, dices? No veo que portes emblema ni valija.
—En realidad no soy más que un sirviente. Pero he sido enviado por el rey Cornell, así que no he de sentir vergüenza de mi condición.


Pero también disfruto poniéndome en la piel de alguien como Caterina, quien no tiene problemas a la hora de decir Me estás tocando los cojones a pesar de que se suponga que la protagonista de una historia romántica debería ser un poco más dulce.

Esto es de El chico perfecto no sabe bailar el twist:

—Has dicho que eras virgen —le recuerda Carla.
Caterina enciende un cigarrillo.
—También digo muchas veces: me estás tocando los cojones, y no tengo cojones.
—¡Eh, Gata! —saluda un tipo que pasa junto a ella. Cat le hace un gesto con la cabeza en respuesta.
—¿Por qué todo el mundo te llama Gata?
—Porque me muevo con gracia felina, yo qué coño sé —escupe Caterina, sin perder la sonrisa—. Por los ojos, creo. O por eso de que Cat es gato en inglés. Tampoco es que me moleste, así que...

O escribiendo diálogos que, en apariencia, no tienen nada de magia (esto es de ID):

—Como si fuera tan fácil: estamos perdidos en medio de este dichoso bosque.
—De eso nada. Debemos de estar a menos de cien metros de la explanada. En esa dirección.
—Ni hablar. He corrido mucho más de cien metros en esa dirección.
—Pues habrás corrido en círculos. Te digo que está por ahí.
—Apuesto a que te equivocas.
—Vas a perder la apuesta, te aviso.

O escenas cotidianas (aquí un chupito de HQS):

Al amanecer, mientras César dormía, Marina se levantó para ir al lavabo, y a la luz de la lámpara descubrió las marcas oscuras que formaban una especie de tatuaje tribal en torno a su antebrazo. Esbozó una sonrisa de resignación. A veces César no controlaba su fuerza, y la marcaba sin darse cuenta. Por fortuna los morados no tardaban en desaparecer. Se encogió de hombros y, viendo que ya casi era de día, fue a la cocina a hacerse un café. Mientras la cafetera se calentaba, buscó su mochila, que había quedado tirada junto a la puerta de la calle, y sacó de ella su uniforme para echarlo a la lavadora. Las manchas de sangre le encogieron el estómago, y volvió a recordar la expresión mezcla de vergüenza y terror de aquella desconocida que tanto la había impactado. Decidió que no le apetecía el café y regresó a su dormitorio con una extraña sensación de tristeza en el corazón.

O de terror (VASL):

Como me he apartado un poco, la veo antes en el espejo que en 3D. Tiene mal aspecto, esa es la verdad. Pero no tan malo como había imaginado, y eso es un consuelo. Por si acaso, mantengo el hacha en alto.
La escena sucede a cámara lenta, y yo me he olvidado de respirar. Desvío la mirada del espejo hacia la puerta del excusado. El corazón me martillea en la garganta y en las sienes.
Vero sale del reservado y me mira con miedo. Bueno, más al hacha que a mí. Está llorando. Las ojeras le llegan a la barbilla y tiene los ojos más rojos que antes, pero no ha empezado a mutar. O puede que sí, no lo sé, desconozco qué fases tiene esta infección, pero al menos está viva.
Bajo el hacha. Un poco.

Incluso de corte erótico (QHUCCT):

En este punto hay otro de esos huecos que no sé cómo llenar. Recuerdo su risa, mi rubor, el silencio cargado de complicidad, la intensidad de su mirada, la de mi deseo. Un suspiro. Un coro de ellos. Je t'aime... moi non plus sonando a toda potencia a través de los altavoces. Calor. Su escote asomando tras la camisa semiabierta. Un guiño provocado por el humo de un cigarrillo. Imaginarla yendo y viniendo entre mis caderas. Cuerpos pegados en una danza sinuosa a nuestro alrededor, apenas entrevistos por el rabillo del ojo. Toda mi atención puesta en ella, en su cuerpo que se mecía al ritmo lento de la música. Ella era la ola... Calor. Sus ojos cerrados, sus labios apenas entreabiertos, el jadeo que se escapaba de los míos. Yo la isla desnuda. Fiebre. Te amo... yo tampoco. Pensar que habían elegido el peor momento para pinchar esa canción. Pensar que no podían haber elegido un momento más adecuado.

Dos muestras de fantasía épica, una de romántica juvenil (aunque no lo parezca en ese fragmento), una de romántica paranormal (aunque ahí tampoco lo parezca, je), una de contemporánea, otra de terror, y por fin una de érotica. Géneros tan distintos entre sí que uno podría pensar que no son creación del mismo autor, aunque en todas ellas puedes verme, ¿verdad?, y con todas ellas me siento cómoda. Porque, como te digo, lo que me importa es la historia que quiero contar, no las etiquetas. Mis lectores van a reconocer mi estilo en cada una de ellas, y si mi estilo les gusta no tendrán muy en cuenta el tema o el género. O eso quiero creer.

Y nos vamos acercando al tema del que quería hablar cuando empecé a escribir esta reflexión.

Corría 2014 cuando alguien (mellizo, mellizo querido) me propuso participar en una antología de relatos. Yo, que era la niña que no sabía resumir, pero que también era la escritora de novela larga que no se veía capaz de retomar ninguna de sus novelas inconclusas, acepté el reto, pues cualquier excusa era buena para seguir intentando romper ese bloqueo. Por aquel entonces, si bien mis primeros conocidos dentro del mundillo habían sido autores de fantasía y luego de romántica, yo estaba más cerca del fandom que de ningún otro grupo (creo que mi visita a la Expocon de Zaragoza tuvo mucho que ver en eso). El caso es que el reto consistía en escribir un relato de terror, y aunque no las tenía todas conmigo me puse manos a la obra. Pues el problema no era el género, sino el hecho de escribir en sí. Terror dentro de la familia, o con una familia como protagonista. Y ahí me tenías, convencida de que no podría hacerlo y empeñada en no tener razón, escribiendo una historia de horror cósmico en homenaje a mi admirado y respetado Lovecraft. Y lo cierto es que me salió un relato magnífico. Quizá el mejor que haya escrito, y desde aquel primer reto han salido más de una docena. Tras aquella primera invitación llegaron otras, quince en total, de las que ya te he enseñado once. Family Nightmares, Santa Wiik, Vampiralia, Zombifícalo!, Hell Or Win, Devoradores de Almas, Mascotas, Onírica, Aquel Extraño Hombre Alto, Tiempo Prestado y Mierda. Casi todas antologías de relatos de terror, al menos tres de ellas rayando lo irreverente, casi todas para descarga gratuita y algunas con fines benéficos. De las restantes, voy a hablarte en breve de dos. De hecho, esta entrada era para presentarte la primera, pero me he extendido demasiado, como de costumbre, así que voy a utilizar estas líneas a modo de introducción.

Bien, te decía que el problema no era el género, sino el hecho mismo de enfrentarme a la hoja en blanco. Pero reto a reto, relato a relato, he ido superando ese miedo que me hace ponerme mil excusas para no sentarme a escribir, y en los últimos cuatro años he sido capaz de terminar una novela (VASL) y de empezar otras dos (una romántica paranormal y otra contemporánea con más de drama que de romance, aunque tiene de ambas cosas), de recuperar una de mis viejas historias (esta podrías etiquetarla como erótica) y empezar a darle un lavado de cara (lo que se llama reescribir, algo que puede resultar aún más difícil que ponerse a escribir partiendo de cero) y de retomar dos de las Historias de Thèramon que me tienen hechizado el corazón. Así que ya ves, escribo lo que me sale de dentro en cada momento, y el género es lo de menos.

Pero parece que en la práctica el género sí importa. Como ejemplo, decirte que de todas las antologías en las que he participado tan sólo una está integrada en su totalidad por mujeres (y es de esta antología de la que venía a hablarte hoy, pero lo dejaré para la próxima entrada, que con tanta charla iba a pasar desapercibida). Como segundo ejemplo, mis lecturas del mes de enero. Siete novelas, cuatro de terror, dos románticas y una de aventuras. Y ¿adivinas qué? Exacto: las cuatro de terror iban firmadas por hombres, mientras que las otras tres eran de mujeres. Como si la sociedad exigiera que el género debe estar supeditado al género. Que si eres mujer no puedes escribir terror, o que los hombres no deberían atreverse con el romance. Pues resulta que yo tengo amigos (hombres) que escriben romántica y erótica con gran acierto, y amigas (mujeres) que escriben cositas que dan mucho miedo tan bien como sus compañeros masculinos de letras. No diré que mejor que ellos, del mismo modo que en el otro caso no diré que peor que ellas. Hay buenos escritores y escritores regularcillos y escritores mediocres, y luego hay gente que no debería ni llamarse escritor... pero no entremos en polémicas.

Aquí mi duda, que sé que muchos comparten: ¿Por qué casi todo el terror que leo, el que tengo en mi estantería, viene firmado por hombres? ¿Por qué prácticamente toda la romántica lleva nombre de mujer? ¿Es el público lector el que elige, es la sociedad en la que vivimos la que impone la norma (y el estigma), son las editoriales, que no dan una oportunidad a un género en concreto por considerar que el género que ellas tocan no les corresponde a unos o a otras? ¿Es casualidad? (No creo en la casualidad). ¿Las chicas no publican terror porque no envían manuscritos a las editoriales que publican terror, o es que hay menos escritoras de terror que escritores de ese género? Porque dentro del fandom somos muchas, puedo asegurártelo, y algunas muy buenas. Y te lo voy a enseñar dentro de muy poco, porque la antología que venía a presentarte hoy ya está a la venta. Y en esa antología todas, autoras, coordinadora e ilustradora, somos mujeres. Porque somos narradoras de historias, y tenemos muchas historias que contar, y no nos amedrentan las dificultades ni nos condicionan las etiquetas.

Por cierto, la antología en cuestión se titula Macabras, y merece una entrada para ella sola, así que permite que lo deje aquí y vuelva dentro de unos días con una presentación a su medida. Porque, aunque todavía me gane la pereza y me cueste sentarme a escribir (mentira, estoy en Thèramon y me he olvidado del mundo, je) me siento muy orgullosa de formar parte de ese fantástico grupo de autoras que, con talento, ilusión y paciencia, han querido demostrar que, cuando se trata de contar historias, el género no importa.


martes, 23 de enero de 2018

Calentando Motores


Como norma, el día 31 de diciembre siempre vengo a hacer una especie de balance de lo que ha sido el año en cuanto a lo literario. Este último 31 de diciembre, sin embargo, me salté la tradición. En parte se debió a que no tenía gran cosa que contar: tres relatos publicados, dos presentaciones, un mes de escritura a tope después de varios de escribir sólo a ratos, y una nueva novela inconclusa que sumar a las muchas que ya tengo empezadas y abandonadas (temporalmente, ejem). En parte, a la pereza que ha sido la constante que marcó 2017, provocada por una mezcla de desmotivación y de desidia más que de inseguridad o de dudas. Ya sabes, pensar que si no tengo nada bonito que transmitir, o nada interesante que comentar, o nada nuevo que compartir, para qué voy a ponerme a teclear. Pero sobre todo fue porque no llegué a tiempo. Ya sabes que ese día es mi cumpleaños, y lo normal es que llegue a casa después del trabajo y me siente delante del ordenador a leer y responder felicitaciones antes de abrir el procesador de textos y dedicar una hora a reflexionar sobre lo que he hecho (y a lamentarme y frustrarme por lo que no he hecho) y a escribir una lista de buenos propósitos para el año entrante. Bien, en esta ocasión mi cumpleaños cayó en domingo, y aproveché que no tenía que ir a trabajar para salir a comer con mi mejor amiga, a la que veo muy poco porque trabaja en Barcelona pero con la que adoro conversar y cuya compañía disfruto muchísimo cuando por fin coincidimos y quedamos para echar un rato y tomar un café. Y fue genial, por una vez no pasar mi cumpleaños sola. Pero ya era tarde cuando volví a casa, y responder a todas las felicitaciones que había recibido vía Facebook, Messenger y WhatsApp (además de una larguísima conversación telefónica con mi hermana, a la que adoro porque me quiere y cree en mí a pesar de que no merezco ni lo uno ni lo otro) me tuvo tan entretenida que ni miré el reloj, y cuando me quise dar cuenta eran las doce y dos minutos, no me había comido las uvas y había empezado el año sin escribir una entrada para el blog y sin hacerme ningún buen propósito. Y en ese momento me dije: Bueno, quizá sea lo mejor; el año pasado me propuse escribir mucho y dejarme de excusas y terminar al menos una novela, y no he cumplido nada de ello, así que si este año no me lo propongo puede que llegue a hacer algo de lo que me sienta orgullosa. O, cuando menos, no me sentiré frustrada por no haber cumplido lo que me propuse. Creo que tenía más fe en lo segundo. (Y no tengo remedio, lalala...).

(Ahora es cuando mi hermana me diría: ¿Colleja? Lalala...).

No, no necesito una colleja. O sí, pero no mucho más que un abrazo. Porque, ya sabes, el amor es la fuente de toda creación, y lo que me hace sentarme a crear historias no es el sentimiento de culpa, es sentirme arropada y necesaria para alguien. Pero, claro, arrancar es lo más difícil, sobre todo cuando llevo meses sin escribir ni una mísera línea. Cosa que hago con demasiada frecuencia. Lo de dejar pasar el tiempo poniéndome excusas para no hacer eso que tanto me llena y me da la vida, digo. Va a ser que hay algo que no funciona bien en mi cabeza, porque no se puede ser más idiota. Antonia dice que soy muuuuy burra y que es una lástima lo que se están perdiendo los lectores por culpa de mi mala cabeza. Sé que tiene razón. Y sé que llegará el día en que dejaré de ser tan tonta y le daré una patada a la pereza, a la desidia y a la desmotivación y todas esas historias que esperan, inacabadas, en su correspondiente carpeta se contarán ellas mismas a través de mis dedos sobre el teclado. Sí, lo harán en cuanto las deje fluir. Lo sé porque lo he comprobado: cuando se lo permito, salen sin problemas. Porque quieren ver la luz. Porque están vivas.

Esta entrada es para mi hermana. Y también para Antonia, y para Mayte, y para Carlos, y para Ana. Y para todas aquellas personas que creen en mí. Para ellas, que están convencidas de que tengo muchas cosas que contar, y de que en cuanto me deje de excusas y me ponga en serio frente al teclado y deje que las palabras fluyan seré capaz de escribir historias emocionantes y maravillosas. Para las poquísimas personas que han leído las primeras setenta páginas de —llamémosla— Imagina Dragones y han jurado darme una paliza si no sigo escribiéndola. Para las —aún muchas— que todavía esperan una Historia de Thèramon completa. Para decirles que, a pesar de que no merezco su fe ni su apoyo, es su fe y su apoyo lo que me ayuda a no rendirme. Y, puesto que no hay mejor modo de dar las gracias que demostrando, en mi caso escribiendo, hoy escribo estas líneas a modo de calentamiento. Porque por algún sitio tengo que empezar, si debo calentar motores antes de empezar a correr. Aunque mi carrera siempre sea a pasitos cortos y espaciados.

Y ya está, Bea; no has dicho nada interesante, no has compartido ninguna novedad y no has transmitido nada hermoso, pero te estás comunicando, que es un comienzo, y (¿lo ves, so boba?) cuando empiezas a teclear las palabras salen sin problemas. A ver si consigues no olvidarlo.